Su gran afición y las rarezas de Muster, legado del Abierto Mexicano

Leonardo Lavalle recordó con cariño sus dos títulos en el AMT y la anécdota más curiosa del tetracampeón

A Leo Lavalle le tocó estar ahí cuando el Abierto Mexicano de Tenis nació. Tras 25 años de verlo crecer hasta ser uno de los torneos más reconocidos del mundo, el excampeón juvenil de Wimbledon recordó con cariño los inicios del certamen y aquello que lo dejó más marcado: la gran afición y las rarezas del tetracampeón del torneo, Thomas Muster.

"Para mí lo que hace especial al Abierto es la gran afición que tiene. El público es un público conocedor que le gusta mucho el tenis, que le gustan mucho las emociones fuertes y, sobre todo, como mexicano jugar enfrente de tu público siempre te exigía muchísimo más y poder ganar el torneo ese año con Jaime Oncins fue muy especial. El público siempre entusiasta y apoyando es lo que más recuerdo de esa edición del 93", dijo Lavalle a Mediotiempo.

En sus primeras seis ediciones, el AMT se jugó en el Club Alemán de la Ciudad de México. La sede hizo aun más espectacular el evento, pues ahí el equipo tricolor de Copa Davis, donde figuraba Lavalle, ya tenía una comunión muy marcada con la afición debido a los éxitos de aquella época en el certamen internacional. Aunado a eso, los tenistas locales pudieron enfrentar a las grandes figuras mundiales, entre ellas el austriaco Thomas Muster.

Mientras Lavalle peleaba por ganar el título de dobles en esos tiempos, Muster dominaba el cuadro individual. El austriaco era un rival temible sobre la arcilla (considerado el rey de esa superficie antes de la llegada de Rafael Nadal) y el torneo que se disputaba en la capital mexicana le sentó muy bien.

Lavalle lo enfrentó en la segunda ronda en 1995. Muster llegaba como bicampeón defensor y no dio opción al favorito local, que sucumbió 4-6, 1-6. Sin embargo, lo que más recuerda el capitalino sobre el austriaco no tiene que ver tanto con su forma de jugar en el polvo de ladrillo.

"Lo que más me molestaba de Muster es que cómo era posible que jugara tan bien en altura en la Ciudad de México y que tuviera esa consistencia en altura y, sobre todo, que en todas las fiestas que él estuvo fácil se comía entre cinco y diez tacos al pastor con muchísimo chile y siempre que lo veíamos, decíamos 'ahora sí, no le van a caer bien al estómago'.

Era un europeo con aficiones extrañas y que nos llamaba mucho la atención cómo era posible que comiera tacos al pastor con salsa roja, picosísima, y que no le pasara nada. Ese es el legado que deja Thomas Muster al Abierto Mexicano".

LA FINAL CONTRA JORGE LOZANO, LA MÁS DIFÍCIL

Lavalle rememora con cariño los dos títulos de dobles conseguidos en el AMT y los pone a la par de otros grandes momentos de su carrera como el haber quedado entre los ocho primeros de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, la final de dobles de Wimbledon junto al argentino Javier Frana y su título en singles del ATP de Tel Aviv en 1991.

De sus dos finales en México, la primera, al lado del brasileño Jaime Oncins, fue la más complicada por el hecho de enfrentar a su compatriota Jorge Lozano.

"Las dos tuvieron su toque muy especial. Una porque jugamos la final contra Jorge Lozano, que también era mexicano y eso lo hacía especial, que dos mexicanos se enfrentaran en una final. Al final siempre son muy emotivas las finales y uno trata de dejar todo, repetir lo que ha estado haciendo bien para ganar ese último partido y el título. Pero sí recuerdo que la más difícil fue jugar contra Jorge Lozano y Horacio de la Peña, de Argentina".

A los 25 años del torneo, Lavalle solo desea dos cosas más para el Abierto Mexicano de Tenis: que crezca para convertirse en un Masters 1000 y que el suizo Roger Federer lo juegue antes de retirarse.
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