La Yakuza, la mafia que avergüenza la milenaria tradición de Japón
A días de iniciar los Juegos Olímpicos de Tokio, se resalta la cultura y organización de Japón; no obstante, el país carga con uno de sus pocos “negritos en el arroz”: La Yakuza.
Gracias a su cultura e idiosincrasia, Japón, sede de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, es reconocido por ser una nación que respeta las normas y se apega a las reglas, algo que lo hace uno de los países más seguros para vivir, según su índice de actos delincuenciales. A pesar de ello cuentan con la Yakuza, una de las organizaciones criminales más grandes y poderosas a nivel mundial, algo que es sin duda una de las pocas vergüenzas que tiene la nación del archipiélago.
Aunque suene extraño, la mafia japonesa es una de las más influyentes e importantes en la cultura popular de dicho país. Su origen como autodefensas y su posterior cambio a grupo criminal con sanguinarios sicarios ha sido motivos de películas, reportajes y una especie de admiración muy similar a la narcocultura de México.
La palabra Yakuza (ヤクザ), es un vocablo derivado de un juego de cartas llamado “hanafuda”, en la que la peor mano que te puede tocar es un 8 (ya), un 9 (ku) y un 3 (za) y en su registro cuentan con decenas de clanes o suborganizaciones, las más famosas son:
- Yamaguchi-gumi
- Lim-kai
- Inagawa-kai
- Sumiyoshi-kai
- -Origen de los Yakuza
Sus inicios datan del siglo XVII, todavía con los samuráis en existencia. Estos hombres eran los guardianes los señores feudales del lejano oriente, sin embargo, la unificación de Japón acabaría con este tipo de vida, iniciaba la dictadura militar denominada como 'shogunato' y los Samuráis dejaron de ser indispensables para la seguridad de los poderosos.
Ante la falta de trabajo, los Samuráis ofrecían protección y cuidado al pueblo a cambio de comida, dinero o privilegios sobre sus tierras y con el paso del tiempo se fueron apoderando de territorios, extorsionando y manipulando, hasta que se corrompieron y finalmente terminaron siendo los mercenarios que son hoy en día.
Avanzaron los años y su poder aumentó, aunque la Segunda Guerra Mundial frenó un poco su apogeo, pero una vez que esta terminó, inició su levantamiento político y social, entonces, lo que en un principio solo era apoderamiento de territorios, ahora ya también era de dinero, organizaciones, empresas y por supuesto, todo el contrabando que entraba y salía del país.
Aprovechándose de un pueblo dolido y trastornado tras el conflicto bélico, los secuestros, la prostitución y asesinatos a quien no los ayudara, empezaron ser su sello característico, además por supuesto de las relaciones con otros grupos criminales de regiones cercanas para el narcotráfico.
Para finales del Siglo XX, según algunos estudios, la Yakuza japonesa llegó a ser la mafia más numerosa del mundo, contando con más de 80.000 miembros.
Los tatuajes, un signo característico
Los tatuajes en la Yakuza son uno de sus sellos particulares. Desde el más alto rango hasta los principiantes que apenas entran a la organización. Diversos historiadores ligan la tradición mafiosa de tatuarse a los castigos que recibían los criminales japoneses en el Siglo VIII, donde eran rayados para identificarlos de por vida, así, de esta forma, los Yakuza se autoproclaman como maleantes ante la sociedad.
En tiempos más recientes, la obligación de estar tatuado en el grupo se debe para probar la resistencia al dolor y el compromiso y lealtad que tendrán con la organización. Los diseños van desde dragones, demonios, mujeres, tigres, entre otros, todos ellos llevados a cabo bajo la técnica Tebori, es decir, a mano y sin máquina, con agujas comunes y tinta.
Crímenes y castigos de la Yakuza
Más allá del poder político, social y económico que tienen en Japón, el verdadero terror que impone la Yakuza está en las calles, donde ellos manejan casi toda la delincuencia y el mercado negro del país.
- Tráfico de drogas
- Lavado de dinero
- Tráfico de armas
- Industria sexual
- Corrupción en la política, banca y el sector empresarial
- Bienes inmobiliarios
Y para aquellos que rompan las normas, traicionen o vayan en contra de la organización, los castigos van desde cortarles dedos, como lo hacían los Samuráis, cortarles la cabeza y en caso de algunos miembros del alto poder, obligados a practicarse el harakiri.
Sin embargo, esta organización trata de no afectar a civiles, por lo que esta violencia sólo se da en sus miembros y entre bandas rivales.
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Se queda Paunovic Desde el Ángel
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