Futbol Femenil, la atracción de una de las zonas más peligrosas de Barranquilla
El Estadio Moderno Julio Torres es la única sede custodiada por militares colombianos.

Editorial Mediotiempo
Barranquilla, Colombia
Rebolo, uno de los barrios más populares y peligrosos de Barranquilla albergó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe los 16 partidos del futbol femenil que enamoraron a sus lugareños cada tarde y noche.
La cancha sintética del Estadio Moderno Julio Torres fue testigo del encanto que ocasionó el balompié rosa durante toda la competencia. Llegar era casi imposible por el tráfico cotidiano de la zona, pero dicha dificultad quedó atrás cuando los barranquilleros no cesaban en sus advertencias de tener cuidado al andar por las calles de la colonia.
Rodeado de militares, el reconstruido recinto deportivo puso calma en un lugar con alto nivel delictivo (según cifras del SIU, 308 asesinatos desde el 2010) cada vez que 22 jugadoras se paraban en la cancha. Con una sola tribuna, los habitantes se las arreglaron de muchas formas para ser testigos del futbol femenil que en Colombia tiene su propia liga durante cuatro meses cada año, pero la gozan.
Las casas que le rodean son humildes, algunas de cartón y a las orillas de un arroyo que en tiempos de lluvias se convierte en el anzuelo perfecto de los ladrones. Los carros se las ven difícil para pasar, el tiempo que los conductores se toman para esperar una corriente de agua menor es de vida o muerte, pues justo es cuando los delincuentes aprovechan para despojarlos de sus pertenencias.
Los titulares de la prensa barranquillera suelen mostrar la realidad del barrio histórico, cultural y salsero: robo a mano armada, asesinatos, tiroteos y venta de droga son las actividades más comunes.
Ahí, en donde las reboleras abundan en los árboles de los pequeños patios, el balompié femenil cautivó con su encanto el reciento que es considerado en Colombia como la cuna del futbol nacional. México, Colombia y Venezuela fueron los juegos que más expectativa causaron, la única tribuna de 2 mil espectadores lució llena todas las tardes.
Mientras otro medio centenar se abría paso en la reja que permitía un poco de visibilidad hacia el interior, además de algunas decenas de aficionados colocados en las ventanas de las pocas casas con dos pesos que sobresalen de la zona.
Las estrellas más vitoreadas, además de las colombianos, fueron Deyna Castellanos y las mexicanas: Charlyn Corral, Cecilia Santiago y Nayeli Rangel. Los boletos en ocasiones fueron regalados, pero la mayoría de las veces la "boletería", como le llaman en Barranquilla, se agotó para los enfrentamientos.
Así fue como Rebolo conoció el futbol femenil y se convirtió en aficionado de cada una de las ocho selecciones que participaron en la justa veraniega.
La cancha sintética del Estadio Moderno Julio Torres fue testigo del encanto que ocasionó el balompié rosa durante toda la competencia. Llegar era casi imposible por el tráfico cotidiano de la zona, pero dicha dificultad quedó atrás cuando los barranquilleros no cesaban en sus advertencias de tener cuidado al andar por las calles de la colonia.
Rodeado de militares, el reconstruido recinto deportivo puso calma en un lugar con alto nivel delictivo (según cifras del SIU, 308 asesinatos desde el 2010) cada vez que 22 jugadoras se paraban en la cancha. Con una sola tribuna, los habitantes se las arreglaron de muchas formas para ser testigos del futbol femenil que en Colombia tiene su propia liga durante cuatro meses cada año, pero la gozan.
Las casas que le rodean son humildes, algunas de cartón y a las orillas de un arroyo que en tiempos de lluvias se convierte en el anzuelo perfecto de los ladrones. Los carros se las ven difícil para pasar, el tiempo que los conductores se toman para esperar una corriente de agua menor es de vida o muerte, pues justo es cuando los delincuentes aprovechan para despojarlos de sus pertenencias.
Los titulares de la prensa barranquillera suelen mostrar la realidad del barrio histórico, cultural y salsero: robo a mano armada, asesinatos, tiroteos y venta de droga son las actividades más comunes.
Ahí, en donde las reboleras abundan en los árboles de los pequeños patios, el balompié femenil cautivó con su encanto el reciento que es considerado en Colombia como la cuna del futbol nacional. México, Colombia y Venezuela fueron los juegos que más expectativa causaron, la única tribuna de 2 mil espectadores lució llena todas las tardes.
Mientras otro medio centenar se abría paso en la reja que permitía un poco de visibilidad hacia el interior, además de algunas decenas de aficionados colocados en las ventanas de las pocas casas con dos pesos que sobresalen de la zona.
Las estrellas más vitoreadas, además de las colombianos, fueron Deyna Castellanos y las mexicanas: Charlyn Corral, Cecilia Santiago y Nayeli Rangel. Los boletos en ocasiones fueron regalados, pero la mayoría de las veces la "boletería", como le llaman en Barranquilla, se agotó para los enfrentamientos.
Así fue como Rebolo conoció el futbol femenil y se convirtió en aficionado de cada una de las ocho selecciones que participaron en la justa veraniega.
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