Stéphanie Frappart, primera mujer en ser árbitra central en Champions League
La francesa fue designada para vigilar el Juventus contra Dynamo de Kiev.
Sin fanfarronería, la francesa Stéphanie Frappart ha sabido imponerse con diplomacia en un fútbol donde el machismo sigue bien presente hasta llegar a ser la primera mujer designada para un partido de la Champions League, un hito que espera sirva para "despertar vocaciones".
Esta antigua jugadora el AS Herblay, club de la región parisina, que arbitra desde los 13 años, será el miércoles la primera mujer que dirija un partido de la máxima competición de clubes europeos, después de que la FIFA le designara para pitar el Juventus vs Dinamo de Kiev.
"Es un paso hacia adelante. Es una árbitra excelente, lo ha demostrado en el pasado. Estamos contentos que no haya diferencias entre hombres y mujeres y de poder formar parte de la experiencia mañana (miércoles)", destacó este martes el entrenador de la Juventus, Andrea Pirlo, al micro de Sky Sport.
Dirigir a algunas de las grandes estrellas del balón no parece, sin embargo, que pueda hacer perder la cabeza a esta árbitra de 36 años.
"Sigue manteniendo una gran sencillez... ¡Y es una estrella!", resume Thierry Mercier, candidato a la presidencia de la Liga de París-Ile de France en la lista 'Football Uni' ('Fútbol Unido'), apoyada por Frappart.
"Va a arbitrar a Cristiano Ronaldo y, los días posteriores, estará con los jóvenes árbitros de la región parisina y de su provincia. ¿Cómo quieres que no caiga bien?", añade a la AFP.
A sus 36 años, Frappart ha superado ya a las que fueron las grandes pioneras del arbitraje femenino: la suiza Nicole Petignat, primera mujer en pitar un partido de la Copa de la UEFA en 2003, y la alemana Bibiana Steinhaus, la primera árbitra en un gran campeonato europeo.
Hecho inédito en el continente, arbitró un partido de selecciones con el Malta-Letonia el pasado 6 de septiembre correspondiente a la Liga de Naciones y después otros dos encuentros de la Europa League, la segunda competición continental de clubes. Aunque hasta ahora, el partido más importante que se le había asignado era la Supercopa de Europa de 2019 entre Liverpool y Chelsea.
"Había tanta presión por este momento histórico... Ellas han estado tranquilas y han hecho lo que tenían que hacer. Yo no podría tener más respeto por Stéphanie Frappart", declaró tras ese partido el técnico de los 'Reds', Jürgen Klopp.
Exigente y discreta, Frappart se formó en los estadios de la segunda división francesa durante cinco años antes de dar el salto a la élite en 2019, lo que ninguna otra mujer había logrado antes en la Ligue 1.
"No estoy sola, somos un grupo", dice ella con humildad a la AFP antes de su bautismo de fuego, aunque tampoco oculta su entusiasmo. "Forma parte de mi papel despertar vocaciones. Y es un gran placer demostrar que es posible. Ahora, se podrá ver a mujeres árbitras por la tele, es un orgullo".
Por el hecho de ser mujer, Frappart no quiere ningún trato diferente. "Tenemos que pasar las mismas pruebas físicas que los chicos porque los jugadores no corren más despacio cuando yo arbitro, por lo que las exigencias no deben ser menores".
Esa actitud despierta halagos entre quienes la conocen: "Stéphanie es una trabajadora infatigable, que ha luchado para llegar donde está hoy", dice Mercier, que destaca de la árbitra "su sencillez, su entusiasmo y su voluntad de servir".
En la Ligue 1, Frappart ya se ha ganado los elogios de algunos de los grandes actores del fútbol francés.
"Tiene mucha diplomacia. Y cuando eres entrenador, hombre, y estás bajo presión, nos enojamos... Sólo hace falta que ella te mire, te sonría, un gesto... y se acaba", admitió el entrenador del Lille, Christophe Galtier, tras su debut en la Ligue 1.
En un polémico Lyon-Marsella en octubre, que acabó con la expulsión de la estrella marsellesa Dimitri Payet y un penal a favor de los lioneses, el entrenador visitante, el portugués André Vilas-Boas, le reprochó desde el banquillo "errores increíbles" y que "no tienes nivel"... antes de ver las repeticiones por televisión y tener que admitir que las decisiones de la colegiada habían sido correctas.