Columna de Carlos Calderón

El último estadio de madera

Fue el domingo 1 de marzo de 1936. El Asturias, uno de los principales equipos de México, se encontraba de plácemes por que ese día inauguraba El Parque Asturias. Un magnífico campo de fútbol con cupo para 25,000 personas cómodamente sentadas o más de 35,000 de pie. Este estadio, ubicado en la Calzada del Chabacano, a un lado de Tlalpan sería el último realizado en madera.

Para la gran inauguración, se trajo directamente al campeón brasileño: El Botafogo, que traía entre sus filas extraordinarios jugadores como Leónidas Da Silva "La Perla Negra", antecesor directo de "Pelé"; Patesko, Martim, Canali, Nariz, Russo, el portero Aymoré, Carvalho y muchos más. Era, sin lugar a dudas, más de media selección nacional brasileña.

El Asturias, montó un magnífico cuadro. Tenía en sus filas a Alfonso Riestra, guardameta nacional; José Ramón Ballina, Benjamín Alonso, Manuel Baca, Sergio Alonso, Justo Sansebastián, Tomás Fernández, "Charro" Arguelles, Efraín Ruiz, José Antonio Hutt y Donato Alonso.

El partido fue espléndido. El Botafogo desbordaba por las bandas a una velocidad increible. Leónidas tenía una zancada formidable y sus saltos eran tremendos. Era considerado el mejor jugador brasileño y por qué no, tal vez, del mundo.

Después de noventa minutos trepidantes el marcador, aunque parecía increíble, mostraba Asturias 4, Botafogo 2. Los aficionados, abandonaron el majestuoso estadio trémulos de la emoción. Se conseguía uno de los triunfos más importantes sobre uno de los mejores equipos de América...

En 1950, el estadio ya desvencijado, con las maderas de las tribunas arrancadas, con el pasto marchito y la portería que apuntaba hacia el sur consumida por el fuego, desaparecía de la faz de la tierra. Un nuevo campo, el de Insurgentes de la Ciudad de los Deportes, había ocupado su lugar en el fútbol.

Ahí, en Chabacano, donde tantos partidos se jugaron, donde cientos o tal vez miles de veces se corearon los goles, donde Casarín "El Pirata" Fuente, "El Dumbo" López, Lángara y Regueiro dieron grandes satisfacciones a sus seguidores, se convertiría en una tienda de Autoservicio.

Hoy en día, si aguzas el oído y la imaginación, puedes escuchar los gritos de júbilo por el gol anotado. Si caminas hacia las cajas, puedes concebir en tu mente la portería norte en la que Lángara anotó siete goles en una tarde. Vas por el pasillo de latas y puedes recibir un pase filtrado de "Tití" García o  ver un remate de Octavio "La Pulga" Vial. Todo es cosa de la imaginación para que vibres con la emoción del último estadio de madera, cuando el fútbol mexicano tenía -todavía- un aire de romanticismo...

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