Columna de Carlos Calderón

El 'Gigante de Ébano'

Lo conocí personalmente hace 15 años, cuando investigaba para la serie de libros que coordiné para Editorial Clío, Crónica del Futbol Mexicano, en la cual además soy autor del Tomo II y del Tomo IV. Me citó en su departamento de la colonia Nápoles y esperando ver a una persona mayor, me encontré con un verdadero toro de 1.92 de altura, con la agilidad y prestancia de un joven y la sabiduría de un viejo. Afable, de gran plática y poseedor de cientos de anécdotas, este peruano, gran guardameta en los años cincuenta, sesenta y excelente Director Técnico años después, le dio gran sabor a aquella tarde. Hablo por supuesto de don Walter Ormeño. Hoy lo recuerdo, porque hace unos días vi una entrevista con su hijo –Director General de la Copa Independencia Sub 17- y recordé aquella plácida tarde llena de fútbol. Para los jóvenes, quienes no lo conocen, Francisco Walter Ormeño Arango nació el 3 de diciembre de 1926, en Lima, Perú y es uno de los grandes arqueros que han pisado tierra mexicana. Walter inició jugando en las canchas de tierra en Barranco. Debuta en el Universitario de Deportes, luego pasa al Huracán de Medellín y posteriormente al Boca Juniors y Rosario Central, en Argentina. Lo que quiero relatarles, es cómo llega al futbol mexicano y que es digno de ser contado. Con todo el historial que tenía detrás, Capitán inclusive de la Selección peruana, su incursión al futbol nuestro no fue nada fácil. Walter, tenía un gusto por México, por su gente y sus canciones y deseaba pasar un tiempo en nuestro país para conocerlo mejor, pero ni sus cartas credenciales, el hecho de jugar en Argentina o el ser el portero titular de la Selección de Perú, le abrían las puertas, inclusive, cabe mencionar, que en Perú existe un club de futbol llamado Walter Ormeño desde 1950, cuando ya era la máxima figura del Universitario de Deportes y en honor de él se creó dicho club. Ya en México, primero fue a buscar una oportunidad al Atlante, a donde llegó con una carta que le había dado Roberto Scarone, quien le dijo: -"Váyase a México, que yo le daré una carta para que le entregue a mi padrino de bodas, que es Presidente del Atlante, se que allá le irá muy bien" Una vez en el Atlante, se puso a la disposición del DT, quien era Salvador Mota, quien como entrenador-jugador y como buen portero, no quería competencia y prefirió darle las gracias sin probarlo siquiera. Walter entonces se fue a León, en donde jugaba Perales, peruano y gran amigo de Ormeño, quien lo recomendó con el DT del equipo,  Antonio López Herranz, quien de inmediato se acordó de él de aquel I Campeonato Panamericano de Futbol en Chile de 1952. Lo admiraba como portero, sin embargo, Herranz contaba con el mejor arquero del futbol mexicano, Antonio “La Tota” Carbajal, por lo que tampoco tenía cabida en el León, a menos que quisiera ser el suplente. Fue ofrecido también al Tampico y Zacatepec… ¡nada! Los directivos no se animaban por aquel peruano enorme. El “Gülliver”, como lo llamaban en Argentina, dio las gracias y marchó a Guadalajara, ya que había la posibilidad de que lo contrataran en el equipo Oro de aquella ciudad. Llegó con una tarjeta para ver a don Andrés Ambriz, Directivo del equipo, para ver la posibilidad de probarse en el mismo, pero la mala suerte lo perseguía. Don Andrés acababa de salir de vacaciones, viajó a Europa y no regresaba sino en dos semanas. Decepcionado, Walter tomó el autobús a la ciudad de México. Llegó y se puso a caminar, a sumirse en su pensamiento ¿Qué hacer? Caminó y caminó sin rumbo fijo, hasta que, cansado, regresó al hotel. Llevaba dos meses buscando equipo. Parecía que no tendría la oportunidad soñada. Por la noche, un amigo llegó a visitarlo, era El “Chueco” Candia, quien lo invitó al famoso café de aquellos años, “El Tumpinamba” en la calle de Bolivar, donde acostumbraban reunirse jugadores, entrenadores, directivos y periodistas deportivos. Ya en “El Tupinamba”, lo que parecía una simple salida para despejarse un rato se convirtió en el momento que Ormeño esperaba. Al llegar, el famoso cronista de futbol que transmitía desde ahí su programa Comentando el Futbol, junto con Cristino Lorenzo -y que hoy en día se sigue transmitiendo bajo la conducción de Jesús Domínguez García, quien tomó la batuta a la muerte de “Escopeta”- El decano de los cronistas en México reconoció de inmediato a Ormeño, lo saludó y le preguntó si estaba de vacaciones. Cuando Walter le contó su aventura y que lo que pretendía es jugar en nuestro país, “Escopeta” le contestó: -“¡Por favor! Con la mitad de lo que yo te vi, serás figura en México! Vente mañana, que te voy a presentar al entrenador del América”. Con esa promesa se despidieron y al día siguiente fue presentado con el DT del conjunto crema. Era ni más ni menos que Fernando Marcos, quien también llegaría a ser uno de los grandes periodistas del futbol nacional. El lunes, Fernando Marcos lo presentó con don Isaac Besudo, dueño de los refrescos Chaparritas El Naranjo y Presidente del América. Ante el mandamás azulcrema quedaron con el siguiente compromiso: 15 días a prueba, sin contrato de por medio, sin partido oficial de por medio y si les gustaba, ya hablarían de un precio. Ormeño aceptó encantado. Se despidió de Besudo y de Marcos para ir a descansar y arreglar sus cosas, pero don Fernando lo atajó. Su prueba comenzaba ya. -“¡¿Ya?!” Preguntó asombrado Ormeño. -“¡Sí! –contestó Marcos- “También dirijo a la Selección Nacional, además del América, y vamos a jugar y usted es el portero” Así, sin entrenar, Walter Ormeño se puso los guantes en un partido a puerta cerrada entre la Selección y el América.  En el ahora llamado Tricolor había varios elementos que querían ganarse un lugar, por lo que tundieron con todo a Ormeño. En el América, la sorpresa era la de ver a aquel gigantón que ni conocían. Walter Ormeño aguantó. ¡Detenía todo! Calderón de la Barca, por ejemplo, con su acostumbrado dribling, se quitó a medio mundo y tiró un cañonazo que a cualquier otro hubiera doblado. Ormeño ni se inmutó. ¿Cómo era posible que aquel gigante de más de 1.90 tuviera esa agilidad? ¡Parecía imposible! Besudo estaba impresionado, se quedó platicando con Fernando Marcos luego del entrenamiento. Ormeño abandonó el vestidor y cuando procedía a retirarse fue llamado por Marcos a su automóvil. En la salpicadera del mismo, el entrenador puso un papel y le acercó una pluma. -“Fírmale” –le dijo- “Estás contratado por un año”. Walter no lo podía creer. No tuvo que esperar los 15 días de prueba, había impresionado de sobremanera a la Directiva y al propio entrenador en su primer práctica. Su debut no pudo ser más afortunado ¡4-0 al Zacatepec en el torneo Jarrito de Oro! El torneo se ganó con un América imbatible, parando Ormeño penales y tiros al por mayor. Directivos de varios equipos como Atlante, Oro y Zacatepec, solo veían la joya que habían dejado ir. El América tendría un gran año con Ormeño bajo los tres palos, en esa Temporada 1959-1960, nacería el llamado “Clásico de Clásicos”, cuando se les ganó en Jalisco al Oro, Atlas y Guadalajara 2-0. Parecía un sueño para Walter Ormeño… de pronto, toda la prensa y la afición lo veía como uno de los mejores porteros de nuestro balompié, pero también de los sueños se despierta y a veces comienza una pesadilla… El 28 de noviembre de 1960 en el encuentro Toluca-América, el conjunto crema ganaba 2-1 cuando faltando tres minutos, en un choque contra un delantero choricero, Ormeño fue expulsado. Ante lo que consideró una injusticia, el “Gigante de Ébano”, con su 1.92 de estatura fue a reclamarle al nazareno, al que llegó insultándolo, pero al momento de acercarse tropezó con Juan Bosco, su propio compañero, y cayó sobre el árbitro, quien consideró deliberada la agresión. Como dicta el reglamento, a Ormeño le dieron un año de suspensión. Sin dinero y con una familia que sostener, se fue a una Liga pirata en Canadá, que no era reconocida por la FIFA y por tanto, en donde no era efectivo su castigo.   Una vez concluido su castigo, Ormeño regresó contratado por el Zacatepec, pasó por Morelia y Atlante, en donde un día, sin haberse retirado como guardameta, el General Núñez, dueño del equipo de los prietitos, lo mandó llamar para avisarle que era el nuevo estratega, porque se había peleado con el anterior entrenador y lo había corrido.   A partir de ahí, la historia es larga, DT de equipos como Cruz Azul, Pumas, América, Guadalajara, Atlético Español, León y Necaxa. Ormeño, el “Supermán”, “La Pantera Negra” o el “Gigante de Ébano”, comenzó a dirigir en otras partes del mundo, luego de que ya no fue requerido más en México. El último equipo que dirigió en nuestro país fue al Necaxa de 1984. Campeón en la Liga de Guatemala en cinco ocasiones, entrenó inclusive en la India, pero nunca pudo hacerlo en su querido Perú. Don Walter a sus 85 años es un verdadero roble. Siempre pendiente del futbol, el peruano naturalizado mexicano es una de las pocas viejas glorias vivas y del cual cada día seguimos aprendiendo. Ojalá y tengamos a Walter Ormeño por mucho tiempo. Te invito a seguirme en Twitter: @CarlosCalderonC
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