Jorge Valdano, pasión por la lectura

No se sabe con certeza quién bautizó a Jorge Valdano como "el filósofo del fútbol", pero tenía razón. Pudo venir de las gradas. Tal vez del (in)genio de Roberto Fontanarrosa. O quizá de las...

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  • El argentino recordó cuando el técnico Carlos Salvador Bilardo le dijo, en pleno Mundial de México ’86, ‘entiende, los futbolistas no leen’

No se sabe con certeza quién bautizó a Jorge Valdano como "el filósofo del fútbol", pero tenía razón. Pudo venir de las gradas. Tal vez del (in)genio de Roberto Fontanarrosa. O quizá de las apasionadas conversaciones entre Jorge y el escritor Ariel Scher. La realidad es que no llegó solo: le siguieron “La mujer barbuda del fútbol” y “El lector clandestino”. Ambos con la intención de señalar la gran diferencia entre el exgoleador y el resto de los grandes futbolistas de la historia: el gusto por leer. Cuenta Valdano que el 15 de junio de 1986, un día antes del juego de Octavos de Final del Mundial México '86, entre Argentina y Uruguay, lo entendió todo. Y lo aceptó. “Leía en mi habitación, concentrado para el juego, cuando entró (Carlos Salvador) Bilardo -entonces entrenador de la selección argentina- y me dice: ‘pero ¿qué estás haciendo?’ ‘Leyendo, profe’. Me mira muy intrigado y me pregunta: ‘¿Y por qué estás leyendo?’ ‘Porque me hace bien y me entretiene, y si no leo me pongo nervioso’. Ahí lo maté. Ya enojado, dice: ‘Pero no te tienes que entretener. Te tienes que poner nervioso, Jorge. Entiende: los futbolistas no leen’”, platicó a la revista Life&Style. Jorge lo comprendió. Pero antes que jugador, era lector. Y si era necesario, sería uno clandestino, una ‘barbuda del fútbol’ respetuosa de un gran placer dentro de un ámbito que exige obsesión por un solo tema. Y aunque siempre ha aceptado que nadie juega mejor por leer libros, “tampoco está demostrado que leer un libro te haga peor futbolista. Y la vida bajo el cobijo de Dostoyevski, Wilde, Rulfo o Vázquez Montalbán se vive mejor”. Valdano cuenta la historia como si fuera a disparar al ángulo, pero hace un amague para recordar sus inicios como lector. “Mi padre falleció cuando tenía cuatro años. Mi madre se encargó de sacarnos adelante con un negocio, pero en casa no entraban libros hasta que un impulso llamado “El retrato de Dorian Grey” me desató la fiebre por la literatura. Compraba todas las semanas la colección de Salvat y ahí arrancó mi biblioteca. Era desordenada porque nadie me orientaba, pero di el paso”.

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