Lamine Yamal, el menor migrante que conquistó España
Con 17 años recién cumplidos, Lamine Yamal se ha convertido en el ídolo de España tras ganar su primera Eurocopa.
España se rinde ante su honestidad y la belleza de su juego. Lamine Yamal Nasraoui Ebana puso el reflector en el racismo estructural hacia los inmigrantes en la península ibérica al convertirse en el ícono deportivo de los jóvenes españoles.
De 17 años y una sonrisa brillante por los frenos. El de los rizos esponjados teñidos de color oro. El que con aún 16 primaveras calló la boca de Rabiot al demostrar las cosas que hace al perforar las redes francesas. El que al celebrar con el código postal 304 mostró su valor humano al mundo.
Lamine Yamal es catalán, nació en Esplugas de Llobregat, pero creció en Mataró, en el barrio obrero de Rocafonda, al que dedica cada uno de sus goles.
Hijo de una familia humilde, migrante y unida. Se crio con su abuela Fátima, la primera en desplazarse a España desde Tánger. La valiente señora dejó su casa en Marruecos y comenzó a trabajar en Madrid. Poco a poco fue trasladando a sus hijos con ella. Cuando consiguió reunir a toda la familia, Fátima empacó su vida de la capital y se mudó a Cataluña.
Mounir Nasraoui, padre de Lamine y su madre Sheila Ebana están separados, situación que lo llevó a vivir con su abuela Fátima en Rocafonda, el barrio de los inmigrantes y considerado uno de los más peligrosos de Mataró por los narcomenudistas. Un barrio que a simple vista es tranquilo y lleno de vida. Sobre todo, con niños jugando a la pelota.
“Si te vas para el polideportivo siempre están los niños jugando con la camiseta de España, con los gestos del 304 y claro, eso para los niños es un espejo de donde mirarse. Mejor que estén haciendo deporte que no otras cosas malas” dice Juan Carlos Serrano, dueño del Bar El Cordobés y amigo de la familia Nasraoui.
Mounir, se ha encargado durante años de cumplir el sueño de su hijo en las canchas a pesar de la situación límite en la que vivían. Juan Carlos siempre lo apoyó, le fiaba en el bar o le daba algunas monedas para que pudieran llegar a Barcelona.
“Los conozco de años, su padre venía todos los días a tomar el café, Lamine siempre corría chiquito por el bar” explica con la camiseta del Barcelona enmarcada y firmada a sus espaldas. “Este es un regalo que me dio el padre” un hombre agradecido y de valores, asegura el dueño del bar.
Un día después de que España ganara la Eurocopa al derrotar a Inglaterra, en el Bar El Cordobés no dejaba de pasar gente, la mayoría con la camiseta de La Roja bien puesta. En el barrio todos se conocen, todos conocen o han visto a Lamine Yamal.
“No es nada tímido, es tímido con la prensa, pero es un chaval normal” dicen sin chistar. “Es super educado, super modesto. Tiene unos valores grandiosos”, comenta Juan Carlos mientras sirve un café a su amigo y vecino que con orgullo cuenta que “un día me encontré a su papá en el Bar La Esperanza y me dijo que su hijo iba a jugar en las categorías inferiores del Barcelona. Lo habían fichado.”
Para Rocafonda, lo conseguido por aquel niño risueño y humilde es “una alegría doble, no nos lo acabamos de creer. Lo estamos asimilando todavía porque los que lo conocemos, al padre, yo y el grupo de amigos que lo veíamos jugar en categorías inferiores sabíamos que iba a llegar a jugar en primera, seguro, porque hacía unos números superiores a Messi en las categorías inferiores, pero de la manera que lo está haciendo no”, dice el dueño del bar.
A unas calles está el Estadio del Rocafonda. Nunca llegó a vestir esa camiseta, pero tras ese césped verde Lamine dio sus primeros toques, en una cancha de concreto, con dos porterías sin red y una pared al fondo en la que se lee el nombre del barrio.
“Una alegría para los barrios de Rocafonda y alrededor, código postal 08304. De los mejores logros que ha conseguido. Además, un jugador que de aquí a poco será uno de los mejores jugadores del mundo y con balón de oro asegurado” expresa uno de los niños que religiosamente juega futbol en esa cancha. Habla orgulloso de lo que ha conseguido el vecino virtuoso. “Es un jugador que ha estado un montón de tiempo aquí con nosotros jugando todas las tardes, después del cole y ha sido parte de nuestras vidas. Es muy bueno, te pilla y no lo cuentas”, confiesa el joven enfundado en la camiseta española. ¿A ti te hizo alguna jugada? “¿Una? ¡un montón!”, se ríe.
Su nombre es de origen árabe. Significa honesto (Lamine) y belleza (Yamal). Sus padres le bautizaron así en honor a dos amigos que les alojaron por mucho tiempo sin cobrarles nada. Dos amigos que ayudaron desinteresadamente a la familia, y ésta, en agradecimiento le dieron a su primer hijo sus nombres.
Fiel a sus orígenes, es admirado por los suyos. Su éxito es el éxito de España, de Marruecos, de Guinea Ecuatorial, de todos los inmigrantes y de ese código postal con tan mala reputación, el 08304. “A mí me dan ganas de seguir por mis sueños porque si Lamine, que no es de un barrio muy grande lo consiguió, pues yo lo puedo conseguir también”, dice una jovencita, una de tantas que cada tarde se presenta en el polideportivo con un balón a jugar mientras que los más pequeños, los que no han compartido cascarita con él dicen: “Yo lo veo como un grande, un chaval que ha logrado su sueño.”
Ese es Lamine Yamal, el joven de 17 años nacido para ser estrella del futbol, una estrella que se guía por la humildad de su gente, por el amor a su familia y que no se cansa de presumir al mundo entero su origen.