‘No le pegaba bien’; el Atlante se burlaba de Clemente Ovalle, el defensa que los hizo campeones
Gabriel Pereyra reconoció que en el plantel se burlaban de Ovalle, quien hoy da clases de Derecho y en la cancha se transformaba olvidando la timidez.
El último título de Atlante fue gracias a un gol de antología del jugador menos pensado: un defensa regiomontano de pocos reflectores llamado Clemente Ovalle, quien tras esa anotación histórica se diluyó en la escena del futbol mexicano.
Debutó en 2005 con Rayados gracias al Piojo Herrera y tras pasar por el Ascenso MX fue campeón con los Potros tanto en Liga como en Concachampions pese al estigma de que era defensa porque no le sabía pegar bien al balón.
Sin embargo, después de una Final de Ida que terminó 0-0 en el Apertura 2007 y un 1-1 hasta el minuto 86 en la Vuelta, cuando todo estaba por irse al alargue, el zaguero apareció en el área de Pumas para soltar un zapatazo al ángulo que dejó estupefacto no solo al cuadro de la UNAM sino incluso a sus propios compañeros azulgrana.
“Clemente nunca se quedaba a patear la pelota al final de los entrenamientos porque no le pegaba bien y nos burlábamos cada que lo hacía, y no sé por qué se atrevió a patear porque él nunca lo hacía, incluso en esa jugada yo paro y le digo que me la pase, que qué hacía y sacó un zapatazo que fue un milagro”, recordó Gabriel Pereyra para Mediotiempo.
Actualmente, Ovalle se encuentra alejado por completo del mundo del futbol y algunos de sus compañeros en los Potros le perdieron la pista. Lo último que supieron es que vivía en su natal ciudad y que trabaja en una Universidad dando clases de la Licenciatura de Derecho.
Ovalle se vistió de azulgrana en el Clausura 2017, el último de los Potros en la capital del país y jugó en el equipo hasta el Bicentenario 2010, torneo en el que se terminó su préstamo y volvió a Rayados que decidió prestarlo Venados de Mérida, donde fue su último registro en la Liga MX.
“Era una persona muy callada que trabajaba muy duro, era muy sacrificado, responsable, callado, tímido, pero que realmente se transformaba dentro de la cancha porque le podías poner al delantero que fuera enfrente y él tenía una marca muy férrea y no lo dejaba mover tan fácil”, agregó el Místico Pereyra.