‘Soy luchador por casualidad’; El Cholo: del barrio al cuadrilátero, 'jomi'

El elemento del Consejo Mundial de Lucha Libre comparte que la curiosidad por saber lo que era entrenar el deporte de los costalazos, lo llevó a enamorarse y a dedicarse al mismo.

El Cholo posa para la lente de mediotiempo | César Cerón

En esa dinámica de encontrar su mejor pinta, una personalidad ajustada a su porte, y un personaje que pudiera romper con lo cotidiano, porque de pronto el mote suele ser la catapulta para estar entre la devoción de un público tan exigente como el de la lucha libre, el barrio, la banda, la colonia, fue como su punta de lanza.

Entre los relatos citadinos se habla de pandillas, de facciones; incluso, una película icónica del nicho, como lo fue Sangre por Sangre, se convirtió en el símbolo de los distintos grupos, sin que éstos explícitamente tuvieran que ver con la delincuencia o cosas por el estilo.

Y fue así, por aquel popular filme, que Carlos Soriano Mendoza decidió convertirse en El Cholo, pero como una estampa que, a partir de la subcultura, pudiera promover el deporte y lo aguerrido desde un segmento como el luchístico, que más allá de que suene agresivo como concepto, siempre apunta al contender por lograr los éxitos.

Rudazo del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), circuito en donde tuvo que demostrar buena hechura para ser elegible, dicen que más vale tarde que nunca, porque pasó hasta que tenía 32 años, éste comparte en entrevista con Sin Máscaras que los costalazos los adoptó por mera casualidad, y porque en sus épocas de adolescencia le entró el gusanito por practicar y conocer la disciplina, aunque más adelante se convertiría en una de sus actividades cotidianas y favoritas, hasta hoy.

“A diferencia de muchos compañeros, yo llegué a la lucha libre por casualidad, mi madre tenía una compañera que su marido era luchador y pues en pláticas de casa yo le pedí que me llevara a entrenar con él; tenía un promedio de 15 años y le insistía a la jefa, pero no porque hubiera sido yo aficionado, porque ni siquiera íbamos a las luchas, sí veíamos las películas de El Santo, de Blue Demon, pero no éramos aficionados como tal.

“Hasta que mi señora madre habló con las personas indicadas y me invitaron a entrenar; empecé en los Baños México que están sobre Corregidora y fue algo muy padre, porque llegué por entrenar, no por volverme luchador, ni porque fuera mi meta ser luchador, y así fue como empecé, me dieron la facilidad y me aventé un ratito entrenando”, comparte.

De hobby a calzarse un equipo

Aquel cosquilleo de cómo sería subirse a un ensogado y aprender los secretos del pancracio, le llevaron a Soriano Mendoza a ir palpando una actividad a la que, sin querer, y de la nada, le pudo tomar mucho gusto, de la mano de Versátil, que fue su mentor y quien, en el momento justo, le brindó la alternativa, incluso en contra de lo que él mismo tenía proyectado o en mente.

“Como todos los chavos en el barrio, jugaba futbol, beisbol, llanerito y todo lo que se nos atravesaba, se jugaba en la calle, no como ahora que ya no te puedes ni parar afuera, porque te puedes meter en un problema, en un conflicto por los vehículos, y todos jugábamos de todo, teníamos equipos, pero la curiosidad fue esa cuando mi madre nos platicó de que este señor era luchador.


“Empecé a practicarlo y me gustó la rutina del entrenamiento; es agotador, muy cansado, creo que muchos de los luchadores que entrenamos la vieja escuela, todos te van a decir que terminábamos con calentura, que terminábamos con dolor de cuello, que no podíamos ni siquiera voltear de un lado a otro, porque eran unas rutinas bastante fuertes, bastante pesadas, y creo que este deporte te escoge, porque tienes esa capacidad y ese don, pero repito, mi tirada no era ser luchador.


“Tuve la fortuna de que se me dio mucho lo que eran las bases y aprendía muy rápido las cosas, porque además me gustó la rutina, me gustó la disciplina, y poco a poco me empezaron a ir soltando a hacer otro tipo de ejercicios y todo eso es lo primordial, lo padre, y ahí vas a demostrar si es lo que te gusta. Y fue cuando debuté que entendí que me dedicaría a esto”.

Su primera vez

Como sucede en el relato de la gran mayoría, su remojo recibiendo vítores o apechugando insultos, los segundos casi siempre, por su elección de bando, se dio porque uno de los estetas programados se ausentó de la velada.

“Estuve entrenando un promedio de dos años, diario, hasta que llegó un momento en que mi profesor me dijo: ‘oye, ya te voy a llevar a luchar’, y al principio yo no quería, porque no era mi mentalidad, pero él me insistió en que ya estaba bueno para luchar, y que ya era tiempo para enfrentarme a otros rivales, de demostrar lo que había aprendido durante todo ese tiempo.


“Mi primer pretexto fue que no tenía botas, que no tenía ni ropa, y él mismo me llevó con el costurero, él mismo me llevó con el zapatero, me acompañó a todos los sitios en donde tenía que mandar a hacer las cosas, y además me consiguió mi primera función, que fue en la Arena Aragón con el fallecido profesor Cuchillo, así fue mi presentación, porque mi profe me insistió en que ya era tiempo de debutar.


“Fueron unos nervios enormes el presentarme por primera vez, y tuve la fortuna de que no estaba programado, en ese momento sentí alivio, pero me dijeron, 'no te preocupes, tú espérate, por si falta alguien'. Para mala suerte o para buena suerte, subió la primera lucha, subió la segunda lucha, iba la segunda caída de ésta, y se me acerca el profesor Cuchillo y me dice: 'cámbiate hijo, porque no va a llegar un elemento', pues ahí me tienes, no sabía ni cómo vestirme, como pude me vestí, me preparé, y me dijeron que iba en la tercera lucha como compañero del señor Arsénico, quien luchaba como rudo, para el Versátil Segundo y Tiger”, rememora.

Se presentó como Charly Mendoza

Como un homenaje a la señora de casa, que era la que le patrocinaba los diez pesos que le cobraban para hacer sus pininos luchones, su andar en los ensogados comenzó como Charly Mendoza, y de ahí para adelante.

“Recuerdo muy bien esa presentación, y la verdad es que el Arsénico era un señor ya grande de edad, pero tenía mucha experiencia en los cuadriláteros; cuando salgo, la gente estaba en lo suyo, abucheándote, gritándote, la mentada por delante, subí de rudo, y la verdad es que me hice chiquito, pues debuté a los 18 años y fue un shock, te quedas pasmado, porque la gente te está gritando, te está comiendo, te está diciendo, y el señor entró como si nada, pues tantos años.

“Y me dijo, ´véngase mijo, usted no les haga caso, ahorita donde yo lo agarre, usted le pega y sígame, si le hago esto, usted me lo pone. Y la verdad es que él me fue guiando, luego me fui soltando, también empecé a gritar, empecé a decirles cállense, no sabía ni lo que decía, pero me empecé a desahogar, me empecé a relajar y fue algo tan padre y algo tan mágico, fue como una chispa de que me solté y de ahí para el real empecé a luchar y empecé a tener muchas presentaciones”.

Sin marcha atrás...

“La decisión de ser luchador fue cuando ya subí al ring por primera vez, la primera lucha; cuando subí mi primer pie al cuadrilátero, fue ahí cuando se cayó el telón y me di cuenta de que todo era muy padre, y ya cuando comencé a luchar me toca contra uno de mis profesores, y él es quien hace que saque la casta, me dice que le eche para adelante, y la verdad es que todo eso fue muy padre, porque demostré que sí podía”.

Y fue después de ser Charly Mendoza, Tiger Lee o Bacteria, que se encumbró con El Cholo, gladiador que incluso tiene su hip hop, uno que es creación e interpreta La Familia Callejera.

¿Qué es Sin Máscaras? 

Sin Máscaras es un programa dedicado a la lucha libre, un deporte icónico de la gran nación mexicana. La tradición del pancracio es contada por los protagonistas, con entrevistas en las que puedes conocer más de tu luchador favorito. Esta emisión la puedes seguir en las plataformas digitales de Multimedios; una pieza en la que participan en sinergia Milenio La Afición y mediotiempo, la propiedad deportiva digital número uno de México.



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