'Dialéctica del ring'; Lucha Libre, ritual y catarsis de lo santo y lo cotidiano

La Lucha Libre es más de lo que se ve a simple vista, y tiene mucha relación con todo lo que vivimos día con día, entérate aquí.

Lucha libre / Pixabay

Algunos filósofos nos han mencionado que la vida del humano (desde el individuo hasta la generalidad de la humanidad) es marcada por una dialéctica de sentimientos, valores, ideas o demás cosas. 

Esto es comprobable por muchos medios, tanto en el esfuerzo académico y la intelección como en la experiencia de la vida cotidiana. Es en la ciudad donde ella acontece, una vitrina de conocimiento en la que se expone toda clase de cosas, sus grandes calles, avenidas, zócalos, monumentos, atestiguan la vida cotidiana de cientos de capitalinos.

La lucha cotidiana

En su sistema circulatorio encontramos cada día a las seis de la mañana ejemplos de la lucha de contrarios, cuando aquel gran transporte llega a la estación Indios Verdes, los ciudadanos expresan parte de su naturaleza, dejan aún lado toda posibilidad de lo apolíneo y se entregan al impulso de conquista, con pasos fuertes y codos alzados se disuelven en la lucha más cotidiana he importante para el desarrollo de un buen trabajo, alcanzar un lugar.

Al lograrlo se podrá reposar lo suficiente, se podrá fingir el sueño para no ceder el asiento. El transporte colectivo se vuelve la síntesis de millones de personas que lo usan a diario. Algunas estaciones más adelante está el metro Hidalgo, paraje necesario para la cultura, a sus afueras encontramos esta lucha armónica de contrarios, y cada 28 un tanto caótica. Cerca de ahí está la catedral… de la lucha libre. La arena México. 

Llegando al templo

Desde que comienzas a caminar por la Dr. Carmona y Valle, o la calle Rafael Lucio, pasas frente a una cantina, y sientes ese olor a tacos y cerveza, algo hay en los sentidos que nos advierte que las cosas son diferentes, la vista es inundada por el color y el brillo de cientos de artículos, sobre todo mascaras que nos dan cuenta de que algo inusual ocurre.

Las personas vendiendo estos artículos, el hombre que pasa cargando en su hombro cerca de treinta pequeñas bolas de azúcar acompañadas de pistolas de chinampinas, manos de goma y figuras de plástico, las familias, parejas, y turistas que acercan a la taquilla un martes, viernes o domingo, nos dan pista que dentro de este edificio algo está por ocurrir.

Son solo tres escalones que dan entrada al tiempo sagrado, al ritual. Inmediatamente llama a la atención un gran mural y la distracción acótense cunado, un viejillo te toma para llevarte hasta tu asiento, complacido das las gracias, para escuchar de vuelta las palabras “¿gracias?, y ¿Mi propina qué?”. Aquí no escapamos de la lucha de contrarios, el pancracio reúne desde los viejos, hasta los niños, desde los rudos, hasta los técnicos. No hay lucha libre sin afición, y tampoco la hay sin luchadores.

La lucha libre como reflejo del ciudadano

Es el luchador en la mayoría de los casos un misterio, incógnita, duda, la máscara le oculta a la vez que lo revela, cubre su rostro, pero deja ver sus ojos y deja escuchar su voz, deja ver su alma y deja escuchar su espíritu. 

Hay días sagrados en el que la aletheia acontece, se da el desocultamiento de la verdad, la máscara cae, sagrado desde que se prepara un tiempo, un espacio, un vestido, un discurso. 

Es el encordado, la unión de lo sagrado y profano, son los luchadores lo contrario, lo convexo, el movimiento armónico. Un diálogo de técnica a ras de lona, un intercambio de argumentos transmutados en pierrotazos dirigidos al pecho.

El receptor cumpliendo su función y realizando el encuentro con sus gritos y sensaciones, enojos y llanto, al filo de la butaca, esperando las tres palmadas de la autoridad, con las manos en el cabello y la atención entre las cuerdas. Dos emblemas combatiendo por la identidad, dos personas jugándose el personaje, groserías y respeto, ruido y silencio, victoria y derrota.

Es este deporte espectáculo un espejo de la sociedad misma y del individuo. Reflejo intenso, contradictorio, armónico, mundo dentro de mundo, lugar sin lugar, público y a la vez privado. En él podemos ver tipificada, épica y mítica, la realidad del ciudadano, que se enfrasca en cada momento en la decisión de los principios regentes, la razón y el sentimiento, uno no excluye al otro, estos encuentran su síntesis y se le es nombrada como ser humano.

La lucha libre tiene presencia principalmente en tres países, Estados Unidos, Japón, y México. La comunicación entre la forma especial de cada país ha hecho que a lo largo del tiempo cambie, y de este modo cada estilo es diferente, pero todos se pueden entender y tienen aspectos en común.

El seis por seis

Dentro de un edificio, al aire libre, o las calles junto a un mercado, si vemos un ring sabremos que habrá lucha.

El seis por seis comunica, y lo que nos quiere decir es que es un espacio sagrado, único y exclusivo para la lucha, no hay lucha libre sin ring, pero sobre todo no la hay sin cuerdas.

¿Qué simboliza el ring? 

Míticamente la forma rectangular representa los cuatro extremos del universo, los cuatro esquineros dividen las dos fuerzas antitéticas. Los encordados también tienen una función práctica, un suelo de madera gruesa forrada con espuma y lona, útil para absorber las caídas, las cuerdas son hechas de metal, forradas con espuma y lona también, útiles para impulsar y delimitar el espacio.

Es, siempre, un elemento elevado sobre la afición, cuál axis mundi hay que mirar hacia arriba para ver la acción, lo que también ayuda a ver con mayor claridad. Hay arenas en las que las gradas están por encima del ring, pero siempre la visión será al centro.

Es el altar del sacrificio, la mesa del cirujano, el pancracio. Se accede a ella generalmente por un espacio designado, una rampa que siempre cruza por en medio de la gente. Ese momento nos comunica que el luchador es un ser humano, que viene del mismo lugar que nosotros, nace del vientre, camina junto a ti, y es como tú. Hasta que llega al ring, metamorfosis de la naturaleza, mitificación, héroe, tragedia, admiración.

El respetable

Podrá haber lucha en deshuesadoras, en arenas limpias, en la calle, pero nunca (hasta la pandemia por Covid-19) lucha sin aficionados, la gallera representa para el luchador el objetivo de su trabajo, entretener a alguien.

Dentro de la afición mexicana hay de absolutamente todo, adultos mayores, niños, turistas, personas solas, familias. Este receptor colectivo es el final del mensaje. La comunicación empieza desde la propia disposición del lugar (como ya lo dijimos) los movimientos en el ring, las luces, etc. Y como receptor, después de decodificar el mensaje se convierte en emisor.

Su respuesta va desde la emoción, pasando por la voz, y llega hasta el magnífico momento en el que se arrojan monedas al seis por seis. En la segunda ocurre el llamado aluvión de malas palabras, las groserías, lo prohibido del lenguaje, es en la afición donde lo ilícito del logos se diluye, pierde su significación negativa y se vuelve lo normal, sonidos catárticos, acciones vocalizadas que suman y forman parte del espectáculo, la voz colectiva, el canto en el ritual; dilución y exterminio del ego, liberación fundida en un... chinga a tu madre.

El luchador

El luchador, está ya mencionada su imagen mítica y su función en el ritual como portadores de las fuerzas regentes del universo y el choque entre ellas.

La vestimenta es especial, la máscara llama mucho la atención, misterio. Pero no todos portan máscara, algo característico de la lucha libre mexicana y herencia por generaciones de luchadores son las botas, las zapatillas de luchador son uno de los símbolos más importantes y respetados tanto por la afición y el gladiador.

El objetivo principal de un luchador no es ganar o perder, es poder dar un buen espectáculo, es luchador es un súper intérprete, un actor, un deportista, un personaje, un ser humano. 

Misma condición natural nos acerca a ellos, y por desgracia nos ha mostrado momentos impactantes, sangre, lágrimas, fracturas, muertes. El luchador arriesga su vida en cada lucha, en palabras del máximo exótico Cassandro

Solo aquel que se cubre en pedazos puede hablar de un Dios que convierte las ruinas en obras de arte. 

 Todo luchador profesional está lleno de lesiones, fracturas y problemas, individuos fragmentados que hacen arte, representan el mundo y le dan un nuevo significado dentro del ring. 

El acto de la lucha

Es el evento completo, desde las primeras luchas donde debutan los nuevos y están los que van empezando, hasta la lucha estelar, es ella quien carga el peso del cartel completo. 

Es en este gran evento, quizá semanal, o anual, donde ocurre la gran síntesis de todo lo mencionando antes, es donde se da el espectáculo y cada uno de los signos ya mencionados se realizan, se resignifican.

No olvidemos que la lucha libre es un deporte espectáculo lo que nos ayuda a entenderla, usa del lenguaje de ambas disciplinas, mediante el reconocimiento de los signos del teatro, podemos establecer a los actores, al escenario, incluso hay luchas donde podremos reconocer al farmacos.

Un luchador técnico que recibe, castigos, trampas, marrullerías, que suda, sangra y pierde, para llevar en su cuerpo los pecados y desahogos del respetable, es crucificado en la primera caída, desciende a los infiernos en la segunda, y resucita en gloria en la tercera, mientras la autoridad le levanta la mano, la afición grita su nombre, llueve metal precioso a su alrededor, la ostia, la comunión, y la paz.

Auto sacramental cada viernes en la noche, sacro y profano entre butacas, diálogo sangriento, tragicómico, actualización mítica discursiva en un seis por seis, adrenalina y catarsis, la gallera encendida y liberada. Después de la última lucha, el respetable sale de la catedral purificado, pasión y sufrimiento de ser humano.

  • Pablo Antonio López
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