¿Milagro? Luchador mexicano 'hizo' caminar a un niño de silla de ruedas en Japón

Fray Tormenta es un sacerdote que incursionó en la Lucha Libre y en esa carrera se topó con un niño que lo hizo llorar.

El sacerdote daba sus misas con máscaras cuando se supo todo. (Foto: captura de pantalla)

Nacido en Cieneguillas, Hidalgo, en 1945, Sergio Gutiérrez comenzó su historia; una vida llena de sorpresas y obstáculos, viviendo carencias, pobreza extrema, involucrándose en el alcohol y drogas hasta poder salir de esa pesadilla entrando a un seminario.

Fue así que comenzaría la trayectoria como sacerdote, dedicándose a ayudar a niños de la calle, drogadictos, prostitutas y demás personas que vivían en una situación complicada; para esto, se necesitaba dinero, por lo que se le ocurrió incursionar como luchador inventando el nombre de Fray Tormenta, ya que enmascarado podía ocultar ante las autoridades eclesiásticas que se estaba dedicando a este deporte.

Sin embargo, un día Daniel García, mejor conocido como el Huracán Ramírez, se enteró que Fray Tormenta era en realidad un padre. 

"Me llama y me dice 'Fray Tormenta, nos toca luchar en Chiconcuac, a las 3 de la tarde' y le dije 'no, mano yo tengo una boda en mi parroooooo... quia; me dice '¿dónde?', y le digo es que tengo una boda. Me vio y se dio cuenta, él se encargó de decirle a todo mundo que yo en la vida real era un sacerdote", recordó Gutiérrez en una entrevista a TV Azteca.

La Iglesia no quería que siguiera luchando, considerando que era un pecado pues había violencia. "Me prohibieron seguir luchando, le dije 'entonces a partir del otro mes, paso con usted para que me dé dinero para mis chamacos' y me dijo 'bueno, no, entonces está bien, pero cuídese mucho'", contó.

El milagro en Japón

Seguir de luchador fue algo que le trajo muchas satisfacciones a Gutiérrez, no sólo porque aportaba dinero para su gente, sino también por una situación insólita que se presentó en Japón.

"Un japonés me avienta patadas voladoras y me saca del ring, y me empieza a patear; en eso veo a un niño entre 12 y 14 años, corre y me levanta llorando y me sube al ring, me animaba".

"A los tres meses vuelvo a ir y veo cámaras de televisión, me llaman y me dicen esta familia le viene a dar las gracias; resulta que este niño estaba en silla de ruedas, cuando vio que le estaban pegando fuerte a usted, se levantó; empecé a llorar, el niño se me hinca y me quiere besar los pies, le dije que no, me dijo 'gracias por el milagro' y le dije que no, 'fue Dios'", dijo el sacerdote quien oficia misa en la iglesia de San Antonio Tepatitlán.

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