Una década sin Soraya Jiménez, la reina de oro del olimpismo en México

Este 28 de marzo se cumplen 10 años de la muerte de la halterista; una vida marcada por la gloria.

Soraya Jiménez, una de las atletas mexicanas más destacadas de la historia. (Especial)

En una casa del fraccionamiento Lomas Verdes, Estado de México, la noche del 27 de marzo, Soraya Jiménez se reunió con su familia para tener una cena que sería particular: de buen ánimo, la halterista habló de sus proyectos venideros, repartió flores a su madre y dio un regalo a su papá, antes de retirarse a su vivienda a descansar, escena que se convertiría en su despedida. “Nunca nos dimos cuenta de que era una señal de que se iba a morir”, lamentaría María Dolores Mendívil, su progenitora, tres días después.

Mientras dormía, en las primeras horas del 28 de marzo, Soraya, medallista de Oro en Sídney 2000, sufrió un infarto al miocardio. La leyenda del deporte mexicano, la primera mexicana en aparecer en lo más alto de un podio en Juegos Olímpicos, había muerto después de años de dolor, en los que su salud se afectó poco a poco. “Ella dio felicidad a todo México, pero eso no es consuelo para mí. Dios me la dejó 35 años y se la llevó”, añadió la madre.


A Soraya Jiménez ’le costó caro ser leyenda'

Casi 13 años antes, la madrugada del 18 de septiembre, como participante de la división de los 58 kilos, Soraya Jiménez sacudió a todo México al levantar un total de 225.5 kilos (95 de arranque y 127.5 de envión), registro con el que superó a la norcoreana Ri Song-Hui (Plata) para quedarse con el Oro. Orgullo, alegría y motivación para un país que en toda su historia dentro de la justa olímpica solo ha celebrado 13 primeros lugares.

Tras impulsar una histórica actuación mexicana que arrojó una cosecha de seis medallas –un Oro, dos Platas y tres Bronces–, Soraya volvió al país para recibir un par de meses después el Premio Nacional del Deporte de manos del presidente Ernesto Zedillo, pero ya no para ser una competidora destacada a nivel mundial.

Daniel Aceves, vicepresidente del Comité Olímpico Mexicano y quien fuera cercano a la levantadora de pesas, explicó qué fue lo que mermó la carrera de la halterista.

“Tuvieron mucho que ver las lesiones. Ella padeció lesiones en los tobillos, en las rodillas, en la cadera y diversas cirugías. Muchas ocasiones acontecen como parte del detrimento que obstaculiza la carrera deportiva. Soraya vivió eso de manera concreta y desafortunada, porque creo que su potencial haría pensar en un ciclo olímpico”.

A partir de entonces, la apodada Niña de Oro sufrió 14 operaciones en la rodilla izquierda, tuvo problemas legales por falsificar documentos de la UNAM para participar en el Mundial Universitario de 2002 e incluso fue señalada de haber utilizado sustancias prohibidas en 2002, el problema de un viacrucis que comenzó en los Panamericanos de Río de Janeiro 2007.


En 2007, después de siete años de alta presión en la que se le exigía ganar todo lo posible, la atleta se contagió de influenza tipo B en Brasil, que la llevaría a perder un pulmón por la infección que sufrió, y que influiría para que el contagio del virus AH1N1 en 2009 la llevara a caer en estado de coma durante 15 días.

Si bien salvó la vida, los cuidados que llevaría a partir de entonces serían extremos, con visitas constantes a especialistas y alejada de lugares húmedos o fríos para no sufrir con la respiración, hasta la madrugada del 28 de marzo de 2013. 

“Nadie lo esperaba y menos de una persona aguerrida, inquieta y con sus problemas de salud por diferentes razones... Le costó caro ser leyenda”, diría su hermano José Luis en el sepelio.

Luto y orgullo en la familia

“Percibo que hay un dolor permanente”, asegura Aceves Villagrán, cuando se le pregunta cómo es el día a día de la familia Jiménez Mendívil, aunque la historia que logró Soraya sirve para reconfortar a sus seres queridos.

“Siempre que hay una partida prematura, existe la esperanza de que su vida se hubiera extendido un poco más. Pero siempre con el orgullo de instalarse en la historia”.

Porque saben que no solo puso a México en un sitio especial en Sídney, sino que también consolidó la presencia de la mujer dentro del deporte nacional, hoy ya con íconos en diversas disciplinas a raíz de su éxito. Un Oro que más de dos décadas después se recuerda con orgullo y que mantiene latente la figura de una atleta que cargó sobre sus brazos los sueños de un país entero.


  • Eduardo Domínguez
  • Reportero-redactor. Egresado UNAM. Llegué a Mediotiempo en 2019.
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