El brasileño que baila entre olas de -5 grados en el Ártico

Gil Ferreira participó en el Lofoten Masters, una competencia de surf en el extremo Norte del mundo.

Gil Ferreira: Surf en el Ártico
Con muchas dificultades se pone un ajustadísimo traje de neopreno. Bajo una lluvia helada el brasileño Gil Ferreira se congela durante el protocolo previo a danzar como un rey con las olas de un mar hostil pero incuestionablemente atractivo. El surf también se disfruta en el Ártico.

Escondida entre singulares fiordos, la bahía de Unstad atrae a 32 surfistas (24 hombres y 8 mujeres) que compiten en el Lofoten Masters, la única competición de surf en el extremo Norte del globo (latitud 68,9°).

Y es en el archipiélago de las Islas Lofoten, que alimentó a Edgar Allan Poe o a Jules Verne en algunas de sus obras, donde Gil Ferreira y su banda desafían a los elementos.

"¡Todo el mundo piensa que estoy loco! me dicen: '¿Pero qué haces? ¡Hace tanto frío!' Yo estoy acostumbrado, eso es todo", explica el nativo de Natal antes de añadir orgulloso: "Me gusta cuando la gente se queda perpleja por lo que hago".

A sus 32 años, el pequeño Ferreira, de piel morena y ojos negros, se impuso por quinta vez en unas aguas que rondaron los -5 grados, temperatura que combate con un neopreno de 6 mm de grosor, con guantes, escarpines y una capucha con visera. Una manera diferente de saborear el surf.

"En Brasil te pones un pantalón corto y a la playa. Aquí te tienes que vestirte fuera del agua, surfear a -5 grados es un golpe para el cuerpo cuando te quitas la ropa. Si surfeas más de dos horas, ya no sientes los dedos. Es bastante extremo", explica Ferreira, que llegó al círculo polar por amor a una noruega hace 9 años.

Desde entonces el Ártico es su terreno de juego favorito. La región atrae a cada vez más surfistas, muchos de Escandinavia, pero también de Estados Unidos o Bali. Los valientes se encuentran en Unstad, en el club local Arctic Surf, regentado por Marion y su marido Tommy Olsen.

Con los años, la competición, retransmitida en directo a través de Facebook, se ha asentado como un 'clásico' del calendario. Algunos hacen dos días de coche para venir. Los participantes se quedan, en su mayoría, en un camping en el que se agolpan decenas de apasionados dispuestos a seguir en el espectáculo de cuatro o cinco días en una pequeña playa de arena gris.

Con un sol radiante y algo de nieve en lo alto de las montañas, el paisaje es perfecto para saborear todos los colores en Unstad, con las ovejas como espectadoras de excepción. El arco iris completa una estampa idílica.
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