De las burlas misóginas, a Campeona del Mundo; La Barby Juárez la padeció

La boxeadora capitalina cuenta que incluso en sus primeras clases no le cobraron, porque el entrenador estaba seguro que no regresaría al gimnasio.

Mariana La Barby Juárez | Foto: César Cerón

El acercamiento, con ese manojo de nervios normal, pues en un mundo idealista hay nichos que parecieran exclusivos para los hombres, tuvo como primera respuesta una más o menos lógica y hasta esperada.

Intentar ser parte de una estampa en la que ser fuerte es lo más importante, para el mal llamado sexo débil era casi inaudito o como una mala broma del destino, pero Mariana Juárez, después de experimentar aquellos murmullos vacilantes y hasta burlones, se convirtió en Campeona del Mundo. Hoy el boxeo es su vida y se abre brecha a pesar de todo.

“Desde la primera vez que pregunté en el gimnasio, me dijeron que no daban clases a las mujeres, porque no les gustaba perder su tiempo. El entrenador incluso me dijo que no me cobraría, para que no desperdiciara mi dinero
“Pensando en que no iba a seguir, él muy seguro de las cosas, pues me dijo que si los hombres, que son hombres, cuando iban a pelear ya no iban, qué se podía esperar de una chica, entonces le demostré que yo sí quería aprender”.

Quería aprender defensa personal

La Barby, como es conocida en el pugilismo, por aquella figura que porta, y que nada tiene que ver con la rudeza o los golpes, cuenta que, cuando decidió entrenar fue más bien porque quería saber meter las manos. 

“En realidad quería aprender defensa personal, de ahí me gustó mucho el deporte, la disciplina y ya no lo abandoné, porque después me nacieron los deseos de hacer algo en esta profesión, en este deporte y pude ser Campeona del Mundo. 
“Jugaba futbol, y de pronto se armaban las peleas; siempre he sido muy delgadita y pues sí me daba miedo que me pegaran, además siempre fui muy apasionada, pero tenía miedo de no saber meter las manos”.

Superó las adversidades machistas

Juárez hace una regresión, pues el trayecto, como suele suceder cuando las historias son exitosas y llenas de gloria, para la capitalina por supuesto fue uno complicado, porque se encontró con la cerrazón de quienes se sentían invadidos en su territorio. 

“Cuando empiezo a entrenar y después se enteran de que iba a combatir, la verdad es que sí eran manchados, me pegaban como para hacerme ver que no era un juego, que el boxeo no se disfrutaba como al cien, que esto es para alguien fuerte, para los hombres. No recibí buenos tratos, me cargaron la mano, tal vez fue para quitarme los deseos de seguir, pero eso no ocurrió”.


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