Box

De repartir comida a pelear en Arabia: la historia de ‘El Perro’ Mejía

El joven oriundo de Nicolás Romero pelea por su hija, su historia y un lugar en el boxeo durante el WBC Boxing Grand Prix.

El Perro Mejía tiene una vida digna de admirarse (Tom Mendoza)
El Perro Mejía tiene una vida digna de admirarse (Tom Mendoza)
Olga Hirata
Ciudad de México

Brandon Mejía no ladra, no se mete en polémicas, no provoca en redes ni busca el reflector fácil del escándalo. Él muerde silenciosamente, sin hacer ruido. Con el mismo sigilo con el que ha llegado hasta el WBC Boxing Grand Prix, uno de los torneos más salvajes —y menos glamorosos— del calendario. Un torneo donde no importa cuántos seguidores tienes, sino cuántos golpes aguantas. Y donde, a sus apenas 21 años, 'El Perro' se ha convertido en el más joven de los tres mexicanos que siguen en pie en la arena saudí.

Brandon no llegó aquí a posar. Llegó a cobrar. A pelear. A demostrar que su carrera no es una coreografía para Instagram, sino una travesía forjada entre la lluvia y la frustración, repartiendo comida en una motoneta mientras soñaba con un nocaut que le cambiara la vida.

“Cuando estaba ya dando el peso y recordaba lo que sufría allá afuera —el sol, la lluvia, los lugares peligrosos— pensaba: ‘sea quien sea mi rival, me las va a pagar’. Sé que él no tiene la culpa, pero me las va a pagar”, confiesa con brutal honestidad. Y sí, sus rivales lo están pagando.


El “Perro” viene de Nicolás Romero, pero su historia arranca mucho antes. Es heredero de una dinastía boxística improvisada. Su abuelo, amateur y apodado también El Perro, sembró el apodo. Brandon lo tomó como estandarte y memoria. No por marketing, sino por sangre.

“Desde niño me decían que me parecía mucho a mi abuelito, físicamente, en las actitudes… y cuando entré al boxeo, me preguntaron por un apodo. No lo dudé. Tenía que honrar a mi abuelo. Él inició todo esto.”

Pero más allá del legado familiar, hay una fuerza mayor que lo empuja cada vez que se sube al ring: su hija. Alisson Cattleya. Nombre de flor. Motor de acero. Brandon tenía apenas 20 años cuando supo que sería papá. Fue entonces cuando el hambre se volvió fuego. “Le dije a mi mamá: ya pasaste a segundo plano. Ahora tengo algo que depende totalmente de mí.”

¿Cómo ha sido su carrera?

Mejía debutó como profesional tras un paso agridulce por el boxeo olímpico. Representó a México en los Juegos Panamericanos Juveniles en 2021 y perdió en la primera ronda. No fue la derrota lo que lo marcó, sino el aprendizaje.

“Hoy sé que no puedes llegar a una pelea sin haber hecho bien tu trabajo en el gimnasio. La disciplina lo es todo”, reflexiona. En cuatro años, pasó de esa amarga eliminación a convertirse en invicto profesional, con ocho peleas ganadas antes de entrar al Grand Prix.

El torneo —una especie de Hunger Games del boxeo organizado por el Consejo Mundial de Boxeo para menores de 26 años— no premia la fama. Premia la obsesión. “Este torneo es para los que tienen hambre, no para los que tienen seguidores”, dice Brandon. Y se nota. No tiene ni cinco mil seguidores en redes. Pero tiene algo mejor: disciplina, temple y pegada. Tiene también una idea muy clara de lo que significa subir al ring.

“El ring es mi oportunidad. Es mi trabajo. Es donde saco adelante a mi familia. Es el lugar donde dejo todo lo demás afuera: la tristeza, el enojo, todo queda afuera. Adentro solo está lo que entrené. Adentro soy yo y mi historia.”

La historia que hoy se escribe en Arabia Saudita empezó en Huehuetoca, pasó por Santa Teresa y se asentó en Nicolás Romero. “De ahí soy”, dice con firmeza, aunque haya nacido en Ciudad de México. Ahí fue donde, tras la muerte de su abuelo, su familia regresó a cuidar a la abuela. Y ahí fue donde Brandon encontró su fuerza más brutal: la familia como raíz, la hija como destino, el boxeo como camino.

Lo que sigue para “El Perro” es ganar. En el corto plazo, la pelea del 13 de agosto. En el mediano, que una promotora internacional le apueste a su carrera. “Ya hablé con mi promotora, y la idea es que una empresa más grande vea lo que hacemos y nos ofrezca algo. Lo vamos a lograr ganando este torneo.”

Pero el triunfo, para Brandon, tiene otra cara. No se mide en cinturones ni en aplausos, sino en saber que ese niño que alguna vez fue, al que no se le daba nada fácil, está empezando a ver el sol después de tantos días nublados.

“Si pudiera hablar con ese niño, le diría: aguanta, todo va a valer la pena. No cambies. Mantente humilde. Mantente firme. Y sigue luchando”.

Tags relacionados

Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MEDIOTIEMPO S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.