Adrián Oviedo: el hombre que pelea contra su propia sombra

En un gimnasio de altura, en algún punto de Ciudad de México, Adrián Oviedo afina cada golpe como si fuera el último. No hay gritos, no hay rabia, no hay la furia desbordada que muchos imaginan detrás de un peleador de artes marciales mixtas. Lo suyo es otra cosa: precisión, método, casi una especie de ritual.

“Yo no peleo contra un rival con nombre y apellido; peleo contra mi propia versión anterior”, dice sin levantar la voz. Mientras otros estudian el historial del enemigo, él ajusta su respiración y repite combinaciones hasta que la técnica se vuelve automática.

No es un discurso de marketing. Su vida no parece estar marcada por heridas ocultas ni traumas que busquen venganza en el octágono. “No entreno porque algo me pasó en la infancia ni porque tenga una bronca que sacar. Yo hago esto porque me gusta. Así empecé y hoy es mi profesión. Punto.”

Oviedo llega al BUDO 30, el próximo 1° de agosto, con una misión clara: arrebatarle a Daniel Sánchez el cinturón welter. Y aunque reconoce el prestigio del evento, no se engancha con la narrativa épica. Para él, la pelea es un escenario para mostrar un arte que pocos perciben: “Quiero que se vea bien bonito. Que se note la técnica, que sea un espectáculo que la gente disfrute. Es un arte. Cada golpe, cada desplazamiento, tiene que verse limpio.”

Habla de la derrota con una calma que desconcierta: “La victoria ayuda, sí, pero la derrota también. Ambas te sirven. Yo tuve una pelea en Ciudad de México que me dejó inquieto. Hoy voy a tener la segunda oportunidad y no la voy a desaprovechar.”

Cuando se le pregunta qué versión de sí mismo saldrá a pelear, no lo duda: “La que entrenó para terminar rápido. Soy agresivo, pero no descontrolado. Busco que la pelea no sea larga. Prefiero resolver antes.”

El 1 de agosto, cuando las luces del BUDO 30 se enciendan, muchos verán un combate. Adrián Oviedo, en cambio, verá algo más íntimo: otro asalto en su lucha por pulirse, por vencer a ese hombre que fue ayer.

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