Hablemos de tenis

El nuevo príncipe de Mónaco

Hace unas semanas, durante su visita a la Ciudad de México para un duelo de exhibición, tuve la oportunidad de charlar con Andrey Rublev por primera vez. Su rostro mostraba el agotamiento de competir, jugar una Final ante Medvedev (Dubai), viajar, cruzar el mundo, adaptarse a nuevas condiciones climáticas y encima tener que cumplir con sus compromisos con la prensa, es decir, un mes más para cualquier tenista de élite.

A pesar de su baja energía y natural timidez, me sorprendió la perspectiva que tiene sobre su vida y carrera “Es mi trabajo que amo. Claro estás cansado, pero estás haciendo algo que soñaste” me contaba sin mostrar muchas emociones. Minutos después me volví a encontrar con Daniil Medvedev, quien siempre sorprende por su carismática personalidad y apertura con los medios. Todo lo contrario a Andrey, su amigo y rival desde pequeños, le pregunté ¿cómo le hacía para seguir con tanta energía después de disputar cuatro finales consecutivas y ganar tres de ellas? a lo que el ruso me contestó que no nos podíamos confiar de la pasiva personalidad de Rublev, ya que cuando entraba a una cancha se convertía en una fiera.

Con 25 años, presumía hasta ese día 12 títulos en el tour, que lo han llevado a ser un constante del Top 10 del ranking mundial por más de dos años, sin embargo cuando le pregunté cómo manejaba el ser una figura a seguir por su posición en el deporte me dijo “No creo ser un ejemplo. Hay cosas que hago bien y otras estúpidas. Hay que ser un ser humano humilde al menos”. Así podemos entender un poco mejor el tenista que busca ser Andrey Rublev, quien finalmente conquistó su primer Masters 1000 en Monte-Carlo, uno de los torneos más antiguos y de mayor prestigio. La tercera fue la vencida y vaya manera de lograrlo después de ir abajo 4-1 en el tercer set ante Holger Rune.

“Siendo del país que soy y tener apoyo internacional por todo el mundo, muchas gracias” declaró incrédulo tras su triunfo. Confesó que no esperaba ganarlo cuando inició la semana y que aún no sabe si es bueno o no “nadie es perfecto. Estaba cometiendo muchos errores en mi vida, haciendo daño a mucha gente, a mi familia y a mis seres queridos”. Ahora el ruso entra a un momento clave en su carrera.

Cuando un tenista logra su primer título grande tiene el reto de demostrar si tiene lo necesario para dar el siguiente salto como protagonista en un Grand Slam o si se trató de una casualidad y hasta ahí llega su nivel. En el caso de Rublev, que sin duda ha trabajado sobre todo en su parte mental, me parece que tendrá un complicado año ante Alcaraz, Sinner, Rune y Medvedev.

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