Beisbol

Che Guevara, el argentino que ‘traicionó’ al futbol por el beisbol

Se cumplen 51 años de la muerte del Che Guevara, quien de ser hincha de Rosario se convirtió en fanático del beisbol, deporte que conoció en México.

Che Guevara 'traicionó' al futbol por el beisbol
Che Guevara 'traicionó' al futbol por el beisbol
Martín Avilés
Ciudad de México

Con la barba bien cortada y la leyenda “Occidente” en su playera, el Che Guevara sujetó el bate con los nudillos desalineados. Era 1963, habían pasado cuatro años del triunfo de la Revolución Cubana y su predilección deportiva se había cubanizado casi tanto como su acento.

Desde su juventud, Ernesto Guevara encontró en el deporte un salvavidas. Agobiado por el asma, practicar natación le ayudó a mejorar sus problemas respiratorios.

Como buen argentino, tuvo que elegir –casi por obligación– un equipo de futbol, y Rosario Central y Newell’s Old Boys fueron sus dos opciones más cercanas, al ser los clubes de su ciudad natal.

"Era de Rosario Central", dijo Juan Martín Guevara, hermano menor de Ernesto en una entrevista. “Vi a Rosario Central jugando en Buenos Aires porque él me llevaba”.

Si la natación fue clave para sobrellevar el asma, en el futbol conoció la camaradería. Su mejor amigo, con quien emprendió un viaje en motocicleta por Latinoamérica, Alberto Granado, lo describía como un lateral sólido, de ida y vuelta.

Su pasión por el rugby lo llevó a fundar la revista Tackle para desarrollar su faceta de periodista, misma que lo llevó a cubrir los Juegos Panamericanos de México para la Agencia Latina en 1955.

Aquel año fue un paradigma. El deporte lo llevó al periodismo y eso a conocer a Fidel Castro y un grupo de rebeldes que buscaban refugio en México luego de salir de prisión tras sus constantes reproches a la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba.

El entonces estudiante de medicina recién había tropezado en su intento por escalar el Popocatépetl junto con un grupo de amigos. “La expedición fue un fracaso total, perdidos en la montaña, sin ropa adecuada, la mayoría de los jóvenes presentaba principios de congelamiento”, se detalla en el libro El Che deportista, de William Gálvez. Pero no desistió.

Días más tarde, conoció a Raúl Castro, hermano menor de Fidel y quien lo invitó a unirse a la resistencia. Poco después conoció al líder de la Revolución Cubana, quien fue testigo de sus intentos por subir el Popo.

Los rebeldes fueron detenidos en Polanco el 21 de junio de 1956 por la policía mexicana debido a una “conjura contra el Gobierno de la República de Cuba”.

Un mes duraron encarcelados en México y fue ahí donde el Che tuvo su primer acercamiento con el beisbol. De acuerdo con Gálvez, disputaban partidos improvisados con tres bases durante el rato que les permitían salir a tomar el sol en el patio.

Tras zarpar de Veracruz en un yate llamado Granma, se instalaron en la Sierra Maestra cubana, donde gestaron una Revolución que se consumó el 1 de enero de 1959. Para entonces, el Che era casi tan querido en Cuba como el beisbol.

“Traidor. Es usted un traidor”, le reprochó a Guevara el escritor uruguayo Eduardo Galeano, según se relata en el libro Cerrado por Futbol, incrédulo de que un argentino hubiera cambiado el balón por un bate.

Y es que si Guerrillero heroico (Alberto Korda, 1960) es la fotografía más icónica del Che, al ser la imagen más reproducida en la historia de la humanidad, aquella tomada el 9 de agosto de 1963 durante un juego en la playa de Santa María del Mar, podría no quedarse atrás.

Con solo verla se puede apreciar eso a lo que se refería Guevara de la Serna cuando contestaba a algún despistado sobre si era argentino o cubano: “yo soy ciudadano de América”.

El 8 de octubre de 1967, resultó herido tras una emboscada del ejército en Bolivia. Fue apresado y conducido a la escuela La Higuerita, donde fue fusilado al día siguiente por orden del dictador René Barrientos.

Desde entonces, cada 8 de octubre se celebra el Día del Guerrillero Heroico en honor a aquel argentino que cambió la historia de Cuba luego de quedar enamorado por el beisbol en una cárcel mexicana.


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