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Por fin a salvo: El Reading FC evita su desaparición

Tras ocho años de caos financiero, sanciones deportivas y resistencia liderada por los aficionados, Reading FC ha sido vendido.

Reading FC fue vendido y apunta a resurgir. (Foto: @ReadingFC)
Reading FC fue vendido y apunta a resurgir. (Foto: @ReadingFC)
Paulina Ocampo
Ciudad de México

Los aficionados del Reading FC por fin pueden exhalar un suspiro colectivo, tan contenido que pareció extenderse mucho más allá de las gradas del Select Car Leasing Stadium. Incluso desde México se podía percibir la liberación de tensión, el silencioso alivio de una afición que ha vivido durante años bajo asedio. Para muchos seguidores, ese suspiro se había estado gestando durante casi una década, entre deducciones de puntos, sueldos impagados, ventas fallidas y el temor constante de que su club pudiera desaparecer. Ahora, al fin, los pulmones pueden reiniciarse, los hombros relajarse y los pensamientos dirigirse, con cautela, hacia la esperanza.

Inhala. Han pasado más de 550 días desde que Dai Yongge afirmó por primera vez haber llegado a un acuerdo para vender el club. Hoy, por fin, todo ha terminado. El Reading Football Club, una institución con 153 años de historia que estuvo peligrosamente cerca del colapso, ha sido oficialmente rescatado. El 14 de mayo, la English Football League (EFL) confirmó la adquisición del club por parte de Redwood Holdings 1 Limited.


Exhala. En un comunicado, el club expresó: “Redwood es ambiciosa y está comprometida con devolver al club a su lugar legítimo dentro de la pirámide del futbol inglés, guiándose por principios claros de honestidad, transparencia y sostenibilidad financiera”.


La aprobación por parte de la EFL llegó la mañana del martes. El empresario y abogado estadounidense Rob Couhig ha sido nombrado presidente, y su socio en Redwood, Todd Trosclair, también se incorporará al consejo directivo. La adquisición incluye tanto el Select Car Leasing Stadium como el campo de entrenamiento Bearwood Park. Con ello, se pone fin al conflictivo mandato de Dai Yongge, marcado por el caos financiero, la pérdida de confianza y años de creciente malestar entre los aficionados.

“El club se complace en anunciar que Redwood Holdings Limited, una empresa subsidiaria de Dogwood LLC, propiedad de Rob Couhig y Todd Trosclair de Nueva Orleans, Luisiana, ha completado la adquisición del 100% de las acciones de Reading Football Club”, señalaba el comunicado oficial del club.

Tras tantos plazos incumplidos, negociaciones fallidas y semanas enteras de ansiedad intentando descifrar rumores en redes sociales, la afición se había preparado, una vez más, para la decepción. La incertidumbre volvía a apretar el pecho. Pero esta vez, la firma final llegó. El último obstáculo fue superado.

Incluso Couhig, curtido en los desafíos del futbol, describió el proceso de adquisición como “agotador”. Pero ahora, Dai Yongge y su hermana Dai Xiuli se han retirado por completo. Sin acciones. Sin influencia residual. Sin control sobre un club que, durante demasiado tiempo, fue llevado al borde del colapso.

Reading, aunque quedó fuera por poco de los puestos de playoff, vuelve a respirar con alivio. Las cicatrices siguen ahí, pero el club también. Y eso, por sí solo, ya es motivo de celebración.


Una campaña que concluye, por ahora

Por primera vez en años, la presión puede empezar a aliviarse para los miembros de Sell Before We Dai. Un grupo nacido por necesidad, formado para exigir responsabilidades a un dueño ausente, ahora mira hacia el futuro con un optimismo cauteloso.

Como me dijo el mes pasado Becky Trotman, una de las voces principales del movimiento: “Si llegara un nuevo dueño dispuesto a comunicarse con los aficionados, entonces nosotros también estaríamos dispuestos a escucharlo. Una vez que todo esto termine, no debería haber necesidad de que existamos como grupo”.

Es un sentimiento contundente. Un movimiento de base que se convirtió en un salvavidas para muchos ahora espera volverse innecesario. “Tenemos un Supporters’ Trust que seguirá existiendo, así que hay formas para que un nuevo dueño se comunique con los aficionados, ya sea a través de los canales del propio club o mediante los medios locales. No faltan las oportunidades”, explicó Trotman. No se trata de exigir gestos grandilocuentes, sino de esperar algo sencillo pero vital: honestidad, apertura y una comunicación constante.

Couhig, al menos por ahora, parece entenderlo. El día en que se confirmó la compra, se dirigió directamente a la afición. Y aunque su gestión apenas comienza, las señales iniciales apuntan a un enfoque más transparente y comprometido. “Si vas a ser el dueño del Reading Football Club”, dijo Trotman, “la comunicación activa no es opcional, es un requisito”.

Este momento no se trata solo de reparar los daños del pasado. Es una oportunidad para construir algo resiliente, sostenible y fiel a los valores que le dieron sentido al Reading FC. “Un comprador ideal”, explicó Trotman, “sería alguien con un plan financiero sostenible. Queremos a alguien con una ruta realista para devolver al Reading a las divisiones superiores... alguien que pueda lograrlo manteniendo nuestra academia, nuestro equipo femenino y nuestros vínculos con la comunidad local”.

Reading es, profundamente, un club de comunidad. Trabaja con escuelas locales, con jóvenes, con generaciones enteras que crecieron en sus gradas. No se busca un dueño que venga a gastar sin control ni a prometer ascensos inmediatos. “No esperamos que alguien llegue y empiece a tirar dinero para lograr el ascenso rápido. Así fue como terminamos en este desastre. La estabilidad financiera es lo más importante; el plan a largo plazo, la comunidad”, afirma Trotman.

Los cimientos siguen en pie. Un estadio con historia, una academia respetada y una afición leal que ha demostrado, una y otra vez, que luchará por lo que ama. Reading no necesita ser reinventado, necesita ser respetado. El club representa también una atractiva oportunidad de inversión. Si se gestiona correctamente, como en los tiempos de Sir John Madejski, puede volver a ser rentable y, con el tiempo, ser vendido con ganancias.

Al final, el futbol es un negocio, y Rob Couhig es un hombre de negocios. Pero no importa cuán prometedora sea la inversión ni cuán rentable parezca el modelo: el futbol no pertenece a las hojas de balance ni a las salas de juntas. Pertenece a los aficionados, a los que van al estadio bajo la lluvia, a quienes enseñan los cánticos a sus hijos, a los que portan el escudo con orgullo mucho después del pitido final. Por muy exitoso que sea un club como empresa, esa verdad no debe olvidarse jamás.


¿Pero quién es Rob Couhig?

Si esta semana marcó un momento de alivio para los aficionados del Reading, ahora es el turno de Rob Couhig de inhalar profundamente y comenzar.

Nacido el 20 de abril de 1949 en Nueva Orleans, Robert Emmet Couhig Jr. llega a Reading con un currículum bien recorrido que abarca derecho, política y deporte. Abogado de formación y empresario por instinto, Couhig ha trabajado en sectores tan diversos como la farmacéutica y los bienes raíces. Ha sido candidato a la alcaldía de su ciudad natal en dos ocasiones y ha participado en varias campañas políticas del Partido Republicano. Pero en el Reino Unido, es conocido sobre todo por lo que logró en el club de futbol Wycombe Wanderers.

En 2019, tras un intento fallido de comprar Yeovil Town, Couhig adquirió una participación mayoritaria del 75 por ciento en Wycombe. En su primera temporada, el equipo ascendió al Championship (la segunda división) por primera vez en su historia. Aunque descendieron al año siguiente, Wycombe se mantuvo competitivo, alcanzando varias campañas de playoffs en League One y su primera final de la EFL Trophy. Esta temporada terminaron nueve puntos por encima del Reading y siguen en la lucha por el ascenso.


Bajo la dirección de Couhig, el club pasó de ser un habitual de League Two a convertirse en un equipo con éxito sostenido. Junto a su sobrino Pete, quien actuó como director deportivo, Couhig tomó una serie de decisiones estratégicas que elevaron la posición de Wycombe en la pirámide del futbol inglés. Como dijo un aficionado: “Digan lo que quieran de Couhig, pero ese ascenso fue un hito”.

Couhig renunció a la presidencia de Wycombe en junio de 2024 y completó la venta del club al multimillonario kazajo Mikheil Lomtadze en mayo del año siguiente. Para entonces, ya había centrado su atención en el Reading. Su primer intento de comprar el club en 2023 terminó en desacuerdos y drama judicial, pero ahora, dos años después, contra todo pronóstico, la operación se concretó.

Ahora oficialmente al mando, Couhig llega con la tranquilidad de quien ha enfrentado tanto éxitos como tropiezos. Su historial apunta a una preferencia por el crecimiento sostenible en lugar del gasto imprudente, una filosofía que el Reading necesita con urgencia tras años de inestabilidad financiera.

Aun así, para muchos aficionados del Reading, las preocupaciones no giran tanto en torno a lo que Couhig podría hacer, sino a lo que ya ha hecho.

En 2024, aún como presidente de Wycombe, Couhig entabló negociaciones con Dai Yongge para adquirir Bearwood Park, el moderno centro de entrenamiento del Reading y corazón de su academia. El movimiento alarmó a muchos aficionados. Bearwood no es solo una instalación; es un símbolo del proyecto a largo plazo del club, de su apuesta por el talento joven y de su identidad. La propuesta de venta surgió en un momento delicado y parecía poner en riesgo el proceso más amplio de adquisición.

Aunque la mayoría de las críticas recayeron en Dai por considerar la oferta, la implicación de Couhig no generó confianza. Los aficionados del Reading respondieron con una manifestación frente al estadio de Wycombe, y las tensiones aumentaron cuando Pete Couhig, sobrino de Rob, protagonizó enfrentamientos con seguidores en redes sociales. La imagen fue negativa, y el episodio dejó una impresión duradera.

Finalmente, Wycombe anunció que el acuerdo quedaba en pausa, alegando complicaciones relacionadas con los permisos de planificación. En el podcast ‘Heroes of HP12’, Couhig declaró: “Estamos decepcionados. Nuestro club seguirá avanzando y continuaremos buscando un centro de entrenamiento que cumpla con lo que queremos construir. Íbamos a prestar dinero esta semana para ayudar con la crisis financiera que enfrentaban. En los últimos días, los aficionados del Reading, o al menos una pequeña parte de ellos, han generado algunos problemas. No sé si realmente lo han hecho, pero ha sido una situación incómoda.”

El acuerdo por Bearwood no prosperó, pero puso de manifiesto una verdad fundamental: Couhig tendría que ganarse la confianza de una afición profundamente cansada de más negligencia. Una confianza que, tras tantos años de desgaste, no se entrega fácilmente.

Y sin embargo, hay señales de que Couhig podría comprender lo que se necesita. En Wycombe, su reputación no solo se construyó por los resultados, sino también por su cercanía. Hablaba con medios locales, participaba en eventos de aficionados y se mantenía visible. Esas habilidades importan. Después de ocho años de silencio y desconexión bajo el mando de Dai, el simple acto de estar presente ya representa un cambio significativo.

Si hay algo que los aficionados han aprendido en los últimos años, es a recibir las promesas con una mezcla de esperanza y escepticismo. No están pidiendo milagros. Están pidiendo apertura, transparencia y el reconocimiento de que el Reading FC es mucho más que un escudo o una hoja de balance. Es, para muchos, un hilo vital en el tejido de sus vidas.

Ahora, con un nuevo capítulo por comenzar, la oportunidad está ahí. Lo que realmente importará es cómo Rob Couhig decida escribirlo.


De regreso a las gradas

Para el Reading, finalmente hay una sensación de alivio. Después de años resistiendo crisis tras crisis, sus aficionados por fin pueden soltar el peso que han estado cargando. El daño sigue presente, financiero, emocional e institucional, pero también permanece la resiliencia de un club que se negó a desaparecer en silencio. Su afición se mantuvo firme. Protestó, se organizó, resistió. Y ahora, su perseverancia ha sido recompensada con algo poco común en el fútbol moderno: un nuevo comienzo y una chispa de esperanza.

Ese destello no habría sobrevivido sin Sell Before We Dai, que se convirtió en un salvavidas durante el capítulo más oscuro en la historia reciente del club. Desde la participación mediática hasta la movilización de la afición, mantuvieron la presión cuando otros habrían tirado la toalla. Su trabajo es un recordatorio de que el futbol, en su mejor versión, pertenece a su gente.

Pero este momento también debe servir como advertencia. “El futbol tiene un problema de propiedad” no fue solo un eslogan pintado en pancartas, sino una verdad que resuena mucho más allá de Berkshire. Desde el Sheffield Wednesday hasta el Swindon, del Morecambe al Southend, son muchos los clubes que siguen atrapados en tormentas similares.

Lo que enfrentó el Reading no puede descartarse como un colapso aislado. Es la consecuencia de un sistema que con demasiada frecuencia pone a los clubes en manos de propietarios sin supervisión ni consecuencias. Si el futbol quiere seguir siendo parte de sus comunidades, si ha de significar algo más que negocios, entonces debemos dejar de contener la respiración. Debemos enfrentar las fallas más profundas que permitieron que el Reading llegara al borde de la extinción, y asegurarnos de que ningún otro club tenga que acercarse tanto.

Por ahora, Sell Before We Dai se ha tomado un momento para agradecer a sus familias, quienes los apoyaron y acompañaron durante todo el camino: las que aguantaron las largas horas, las llamadas nocturnas y los fines de semana dedicados a marchas y organización en lugar de descanso. “Este apoyo incondicional nos sostuvo”, escribieron. También agradecieron a la afición más amplia del Reading FC, que respondió de todas las formas que importan: marchando, protestando, haciendo ruido, donando, repartiendo tarjetas rojas y pelotas de tenis, y respaldando al equipo en las buenas y en las malas. Este resultado les pertenece tanto a ellos como a cualquiera.

Por primera vez en mucho tiempo, Sell Before We Dai y la comunidad del Reading pueden volver a las gradas no como activistas, sino simplemente como aficionados. Y eso, en sí mismo, ya es una victoria. Ya no hace falta contener la respiración.

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