El Milagro de Berna: El título de Alemania Federal en 1954 que cohesionó a una nación

Con una plantilla repleta de jugadores amateur, el seleccionado alemán logró su primera Copa del Mundo a costa de la poderosa Hungría.

Alemania Federal ganó el Mundial de Suiza 1954 (FIFA)

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Alemania inició una lenta y dolorosa reconstrucción dividida no solo territorial sino ideológicamente, problema que repercutió en cada ámbito de la vida de sus habitantes, los cuales habían abandonado su confianza ante la derrota sufrida.

Ese complejo contexto, por lo tanto, haría que su participación en la Copa del Mundo de 1954 resultara un éxito más allá de lo deportivo, porque no solo derrotaron a la mayor potencia futbolística de la época, Hungría (entonces conformada por figuras de la talla de Kocsis, Puskás, Czibor o Lantos, entre otros), sino que recuperaron la confianza perdida tras el conflicto, además de un sentido patriótico que parecía abandonado.

“Somos otra vez quiénes éramos”, fue un sentir generalizado en el pueblo alemán, el cual estalló en expresiones de júbilo no vistas desde varios años atrás, en reuniones incluso tan numerosas que cuando el nacionalsocialismo las ordenaba. Se cree, incluso, que fue gracias al título que realmente se fundó la República Federal de Alemania.

Una selección llena de amateurs

La división que sufrió el país llevó a que las ligas de futbol desaparecieran para ser reorganizadas, ahora ya sin la existencia de organizaciones que tuvieran relación con el antiguo régimen, por lo que la búsqueda de jugadores fue una odisea para el seleccionador nacional Sepp Herberger, quien tuvo que ver cada partido posible en las cuatro grandes ligas que existían en el país.

Conocido como el auténtico héroe del campeonato alemán, Herberger tuvo la sapiencia para encontrar a 22 jugadores altamente competitivos que fueran capaces de hacer sacrificios económicos -ya que algunos tenían que desempeñarse en labores al margen del futbol de tener ingresos-, impulsados solo con el orgullo de representar a un país en reconstrucción, y adecuados para soportar la alta exigencia del grupo.

Porque no se trataba solo de volver a competir después de que la FIFA les impidiera participar en Brasil 1950, sino que quería hacerlo bien, aunque siempre consciente de que el favoritismo no correspondía a su selección, sino a otras selecciones como la brasileña, uruguaya o húngara. Por eso que la revista Kicker escribiera en su portada del 14 de junio “¡Esperemos un milagro!”, el cual se daría.

El camino de Alemania

Suiza 1954 sería el Mundial más atractivo para disputarse hasta entonces, aunque también tuvo cuestiones criticables, como lo fue el formato con el que se participó, ya que las 16 selecciones fueron divididas en cuatro grupos, en los cuales había dos cabezas de serie no se podían enfrentar.

Por tal motivo, el triunfo que logró Alemania Federal de 4-1 ante Turquía facilitó su paso a la siguiente ronda, sin siquiera sufrir desgaste, ya que para su segundo encuentro, que fue ante Hungría, prescindió de cinco de sus titulares, decisión que lo llevó a perder 8-3. Pero a pesar de la caída, era nítido que en el partido de desempate ante los turcos no representaría riesgo, lo cual se confirmó con el 7-2 que le propinó y que lo llevó a los Cuartos de Final.

A partir de entonces, el camino fue llano para los alemanes, ya que Yugoslavia no representó mayor peligro y lo terminó venciendo 2-0, al igual que Austria, país al que destrozó 6-0 en las Semifinales, hasta volver a encontrarse con Hungría, representativo que había tenido un camino durísimo.

Tras avanzar como líder de grupo, el representativo húngaro se batió en una auténtica refriega con Brasil en Cuartos de Final –inclusive con una fuerte bronca de por medio- para sacar un triunfo de 4-2, mientras que en Semifinales fue hasta los tiempos extra para superar 4-2 a Uruguay en otro partido complicadísimo.

Así se gestó el milagro

Definida la Final, el 4 de julio de 1954 Alemania Federal y Hungría se encontraron en el atiborrado Wankdorf Stadium ante más de 62 mil espectadores –la mayoría de ellos germanos–, con la sorpresa de que apenas en ocho minutos Puskás y Czibor habían puesto el 2-0.

Ese cuesta arriba, no obstante, solo ayudaría a engrandecer al equipo alemán, el cual pronto se levantó con anotaciones de Morlock (10’) y Rahn (18’), para construir uno de los mayores triunfos deportivos de su historia.

"Ahora está tranquilo, podemos convertirnos en campeones del mundo aquí y pelearán entre ustedes. Uno para todos, todos para uno. Ese fue y es nuestro lema. Entonces, y ahora en el campo, ¡ya saben de qué se trata!”, diría el técnico Herberger a sus jugadores, que firmarían la remontada con el doblete de Rahm al minuto 84.

"Su victoria en Berna nos dio un sentido real y puro de comunidad. Difícilmente podría haber sucedido por una mejor razón en este momento”, diría Gerhard Schröder, ministro del interior, a los jugadores alemanes a su regreso a un país que creyó volver a ser “alguien otra vez”.

Los campeones

Toni Turek, Fritz Laband, Werner Kohlmeyer, Jupp Posipal, Karl Mai, Fritz Walter, Horst Eckel, Max Morlock, Berni Klodt, Ottmar Walter, Hans Schaefer, Heinz Kubsch, Heinz Kwiatkowski, Hans Bauer, Herbert Erhardt, Werner Liebrich, Paul Mebus, Karl-Heinz Metzner, Uli Biesinger, Helmut Rahn, Richard Herrmann y Alfred Pfaff. DT: Sepp Herberger.


  • Eduardo Domínguez
  • Reportero-redactor. Egresado UNAM. Llegué a Mediotiempo en 2019.
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