Columna de Carlos Calderón

¡Quemaron el estadio!

El día 26 de marzo se cumplieron 73 años de la quema de uno de los estadios más gloriosos que ha tenido el futbol mexicano: el Parque Asturias. El Club Asturias había levantado en 1936 un hermoso parque de futbol sobre la Calzada del Chabacano, en Tlalpan, en donde actualmente se encuentra una Comercial Mexicana. El campo estaba rodeado por un enrejado que separaba a los jugadores del público. Las tribunas, de madera pintada, albergaban entre el lado de sol y sombra a más de 22 mil personas cómodamente sentadas y a cerca de 30 mil en partidos que lo ameritaban y en las que una gran parte de los aficionados permanecía de pie muy cerca del enrejado viendo a los actores del espectáculo, los futbolistas. Tan sólo tres años después, en 1939, ocurriría una tragedia que sería el principio del fin de los estadios de madera. Sucedió que en el torneo de Liga, dos equipos peleaban por el primer lugar que a la postre llevaría a uno de los dos a obtener el título de la Liga. Estos equipos, Asturia y Necaxa, tendrían un choque definitorio en el que el Necaxa alcanzaba al Asturias o quedaba de plano marginado. El partido causó gran polémica y los aficionados de ambos cuadros tenían pleitos verbales cada vez que se topaban entre sí, además contribuyó que el mismo se atrasara un par de semanas por la celebración del primer aniversario de la expropiación petrolera. El partido programado para el 18 de marzo de 1939, se programó finalmente para el 26 de marzo del mismo año. El día del encuentro la expectación fue mayúscula. El estadio se encontraba prácticamente abarrotado. Los equipos saltaron a la cancha con sus cuadros de lujo. En el Necaxa, considerado en ese momento el equipo del pueblo, jugaba el ídolo de la afición mexicana, Horacio Casarín. El “Chamaco” como le decían a Casarín, era sin lugar a dudas el elemento más peligroso del cuadro necaxista, por lo que fue severamente marcado y con la consigna por parte del cuadro de "La Casona" de ser detenido a como diera lugar. Comenzó el encuentro y el defensa mexicano Carlos Laviada cometió un faul hacia la rodilla del joven ídolo de la afición mexicana.  Minutos más tarde, “León II”, otro defensa del Asturias,  golpeaba nuevamente al hombre que había anotado el primer gol para los necaxistas. Al minuto 20, el zaguero Soto aniquilaba materialmente a Casarín con una patada artera a la rodilla que lo imposibilitaba para seguir el encuentro. En las tribunas, el público enardecido comenzaba a prender fogatas en las tribunas de sol. El partido terminó con un empate a dos goles. El árbitro, Fernando Marcos, fue acusado de haber provocado el resultado al señalar -minutos antes de que el encuentro concluyera- un penal  a favor del Asturias que iba perdiendo. El penal fue justo, si a caso la culpa del árbitro fue el haber permitido el juego brusco. Con la derrota del primer campeonísimo del futbol mexicano, parte del público de las tribunas de sol comenzó a prender luminarias en las tribunas de madera. El fuego rápidamente se propagó alcanzando el reloj y el marcador que fue devorado por las llamas y en donde se leía el empate a dos goles que dejaba fuera del título al Necaxa. Las tribunas de sol fueron consumidas en su totalidad casi en forma instantánea. La llegada de los bomberos fue inútil ya que no había agua en las bombas y se concretaron a aislar las tribunas de sombra para que el Parque no se acabase completamente. Una hora después, el local quedaba convertido en un montón de escombros, maderas y viguetas humeantes y cenizas por doquier. Una que otra llama anunciaba su triunfo ante el que fuera el mayor parque de futbol de México. La prensa atacaría muy fuerte al árbitro Fernando Marcos, acusándolo inclusive de la quema del Parque. La realidad era que, por un lado, el aficionado dejó de serlo para convertirse en fanático y no midió las consecuencias de sus actos. Por otro, dos  días después, con el triunfo del General Franco sobre los Rojos en España, el Casino del Club España fue atacado por -quienes dijeron ser- republicanos. No es descabellada la idea de que parte de la quema del Parque Asturias se haya debido más a motivos políticos que a los deportivos. La Guerra Civil Española estaba en su apogeo y en un país como el nuestro en donde vivían españoles de ambos bandos, bien pudo tratarse de una forma errónea de mostrarse combativo ante lo sucedido en la Madre Patria. Sin embargo, ahí queda aquel  26 de marzo de 1939, como el día que dio principio el fin de los estadios de madera...
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