Futbol
Caleb Ordoñez Talavera
Columna de Caleb Ordoñez Caleb Ordoñez Talavera

Raúl Jiménez, el mexicano del 2019

Ciudad de México

“Cuando sea grande, seré tan bueno como Hugo Sánchez”, le decía el pequeño Raúl Alonso a su padre mientras veía la fotografía de la leyenda mexicana en el museo del Estadio Santiago Bernabéu.

Desde muy pequeño, Raúl Jiménez era un ferviente admirador del club Cruz Azul. En 1996 entró a la escuela de su amado club y según relata se sentía más feliz que nunca. Un cambio de domicilio lo orilló a decirle adiós a la mini escuadra cruzazulina para cambiar de escuela de futbol; la cercanía de su domicilio orilló a sus padres a registrarlo nada más y nada menos que al América.

Ahí, no solo aprendió los movimientos y el golpeo al balón, sino también a querer el escudo de Coapa, a tal grado que fue creciendo en cada etapa de las distintas escuadras. Así que el 9 de octubre del 2011 el tímido Raúl era llamado por el entrenador Luis Fernando Tena para vivir su sueño: debutar en Primera División. El escenario era el mejor, la localía en el Estadio Azteca frente a miles de admiradores del América. Jugó más de 45 minutos, sin embargo, no encontró el ansiado gol.

Gracias a su impresionante talento, Raúl recibiría en Londres la medalla de Oro de los Juegos Olímpicos, cuando México venció a Brasil en aquella inolvidable tarde en Wembley.

No tardó tanto tiempo en convertirse en campeón el futbol mexicano. En inolvidable 26 de mayo del 2013, Jiménez se enfrentaba contra el equipo de su niñez, Cruz Azul. En esa primera Final, quienes recuerdan la historia, saben que el equipo cementero venía de una mínima ventaja y en la final de vuelta tenían una ventaja global de dos goles por cero, aunque los “milagrosos” goles de Aquivaldo Mosquera y otro más del portero Moisés Muñoz llevarían al partido hasta los penaltis. Fue en ese momento que Raúl tomaba el control quizá de su carácter y su futura carrera exitosa.

Pidió ser el primer en cobrar, tomó el balón lo llevó al manchón penal y con un soberbio disparo de gol le dio la confianza a su equipo que minutos después se coronaba ante su publico que, extasiado, llegaba hasta las lágrimas en una de las mejores Finales de la historia del futbol mexicano.

Más allá de las fronteras

Han pasado más de seis años desde aquel histórico suceso y Jiménez ha brillado de manera impresionante. Atlético de Madrid pagó 10 millones de dólares para llevarlo a sus filas en el 2014 y llegó a ganar la Supercopa ese mismo año. Luego pasó al Benfica de Portugal, donde según sus palabras aprovechó lo aprendido con el entrenador Cholo Simeone, y dejó a un lado el egoísmo y hambre de figurar para convertirse, además de goleador, en uno de los mejores asistentes con el equipo que ganó todo: la Liga, la Copa y la Supercopa de Portugal en años consecutivos.

Jugando su mejor futbol, el hidalguense llegaría a una pequeña ciudad con un equipo en expansión: Wolverhampton Wanderers. En su debut, el 12 de Agosto del 2018, Raúl anotó su primer gol que ayudó a su equipo para empatar el partido.

Desde ese día el romance entre Jiménez y la afición de los Wolves ha sido tórrida. En lo que va de este año, el delantero acumula 19 goles y 11 asistencias. El pasado noviembre fue considerado el Mejor Jugador de la Liga Premier de Inglaterra y recientemente ha sido catalogado como el MVP de los Wolves en lo que va de temporada.

Gerardo "el Tata” Martino ha declarado en varias ocasiones que Jiménez es el mejor delantero que tiene la Selección Mexicana, por encima del gran “Chicharito” Hernández.

El mexicano moderno

Ahora, el gran fenómeno de Raúl trasciende el futbol y ha ocasionado la fiebre mexicana a tal grado que muchos de los aficionados del Wolves asisten al estadio con sombreros, ponchos o máscaras de luchador. Sorprende ver a estos seguidores sosteniendo lonas con la leyenda: “¡Sí, señor!”, y la imagen del mexicano. Otros tienen entre sus manos la bandera de México. Otros gritan al unísono: "¡Arriba, arriba Raúl!”.

Antes de cada partido, algunas de las personas que acuden a caravanas previas al partido, sostienen un “caballito” de tequila, mientras que otros aparecen con un bigote falso gigante. Las máscaras de luchadores se venden a las afueras del estadio, cientos las compran y lo recabado es entregado a personas con problemas financieros en un hospital cercano al recinto. Raúl ha declarado que más allá de lo que pueda hacer en la cancha, ayudará cuanto pueda a realizar el sueño de otros mientras esté en Wolves. No es extraño ver que luego de cada partido regala su playera a niños u organiza visitas a hospitales.

A tal grado ha llegado el cariño del club por el mexicano que mandaron a crear un jersey con los colores del país azteca, honrando la nacionalidad de su admirado y querido jugador.

El director deportivo de Wolves Kevin Thelves es tajante sobre el tema: “Raúl es el modelo de lo que buscamos: jugadores jóvenes, en desarrollo, humildes, con hambre para mejorar, crecer y competir por todo”.

La constancia y el talante de Jiménez han demostrado que triunfar fuera de las fronteras va más allá del talento que, indiscutiblemente, lo tiene. La tenacidad y las ganas de entregarlo todo representan en el mejor de los ejemplos al nuevo mexicano, la imagen que debemos mostrar ante el mundo para lograr una verdadera contracultura que transforme nuestra imagen. Raúl lo está logrando y por eso considero, no me queda duda, de que ha sido el mejor futbolista mexicano del año.

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