Futbol
Caleb Ordoñez Talavera
Columna de Caleb Ordoñez Caleb Ordoñez Talavera

De la desconfianza al orgullo: México vuelve a ilusionar

México vuelve a ilusionar.
Ciudad de México

Algo cambió en Santiago.

El Tri Sub-20 no solo le ganó a Chile, lo borró del mapa con un 4-1 contundente que sorprendió incluso a los locales. México jugó con soltura, con clase, con una confianza que hacía mucho no se veía en una selección juvenil, ¡vaya que lo extrañábamos!

El nombre de la noche fue Gilberto Mora, mediocampista de Xolos de Tijuana, apenas 20 años, pero con la calma y el criterio de un veterano. Tocó, recuperó, dirigió y contagió al equipo con esa personalidad que no se entrena: la de quien no se achica.


A su lado, “Chicha” Sánchez, Iker Fimbres y Hugo Camberos completaron un partido redondo, de esos que ilusionan porque muestran no solo talento, sino hambre de trascender para abrir un nuevo camino para nuestro país.

Y mientras ellos jugaban sin miedo y con impresionante calidad y contundencia, en México más de uno pensaba: “¿Y estos chavos de dónde salieron?”

México: potencia juvenil que aún no se cree su historia

Los datos son fríos, pero contundentes.

México es uno de los países más exitosos del mundo en categorías menores:

  • Campeón del Mundo Sub-17 en 2005 y 2011.
  • Subcampeón Sub-17 en 2019.
  • Medalla de oro olímpica en Londres 2012.
  • Medalla de bronce en Tokio 2020.

En resumen: México gana cuando es joven.

Desde 2005, solo Brasil y México han sido campeones del mundo Sub-17 en más de una ocasión. Sin embargo, ese dominio juvenil se evapora en la edad adulta (desde que conocen el Bacardi).

Según el CIES Football Observatory (2024), solo 1 de cada 10 futbolistas mexicanos campeones juveniles logra consolidarse como titular en la Liga MX. Y no es por falta de talento, sino por un sistema que les cierra la puerta antes de tiempo.

Hoy, lamentablemente el 54% de los minutos en la Liga MX son jugados por extranjeros, el porcentaje más alto de toda América. En Brasil, es 28%. En Argentina, 25%. En Uruguay, apenas 18%.

Así, mientras otros países forman y exportan, México importa poco y reemplaza mucho.

Hay algo cultural detrás de este freno.

El futbolista mexicano no solo compite contra el rival: también contra la desconfianza de su propio público.

Cada error se vuelve burla, cada falla se amplifica. En redes sociales, el joven jugador no puede tropezar sin que su apellido se convierta en tendencia.

El sociólogo deportivo José Antonio Pérez (UNAM) lo explica así:

“El aficionado mexicano exige éxito, pero no tolera el proceso. Quiere héroes inmediatos, no jóvenes en formación.”

Por eso lo que vimos en Santiago de Chile fue refrescante. El Tri Sub-20 jugó con naturalidad, sin ese miedo al ridículo que tantas veces pesa.

Mora fue el motor del mediocampo, Camberos el depredador en el área y Diego Ochoa, el líder silencioso desde la defensa.

Jóvenes que no buscan aprobación: buscan trascendencia.

México está en Cuartos del Mundial Sub-20.


¿El proceso empieza a dar frutos?

Bajo el mando de Eduardo Arce, el Tri Sub-20 ha encontrado equilibrio.

De sus últimos 12 partidos, México ha ganado 8, empatado 3 y perdido solo 1, con un registro de 27 goles a favor y 10 en contra.

Pero más allá de los números, lo importante es la identidad: presión alta, dinámica ofensiva y una convicción que emociona.

No es casualidad. La Federación ha apostado por un modelo más profesional en selecciones juveniles: análisis de datos, seguimiento individual y colaboración con clubes para garantizar minutos de juego.

Esa continuidad, que antes se perdía entre cambios de procesos, empieza a notarse.

El aficionado, sigue siendo pieza clave

A ocho meses del Mundial 2026, que se vivirá también en México, el reto no es solo futbolístico, sino emocional.

El país necesita creer otra vez.

Apoyar no significa aplaudir todo, sino acompañar. Significa ver el esfuerzo, valorar el proceso y dejar de pensar que el éxito mexicano siempre es un accidente.

Hay que transformar la ironía en orgullo, la crítica en aliento.

Gilberto Mora y compañía representan a una generación que no carga fantasmas. Ellos crecieron viendo al Tri “fracasar” en los mundiales, pero quieren hacerlo competir y triunfar a nivel internacional. No temen al ridículo; temen al conformismo.

Y si el país los acompaña, pueden cambiar nuestra historia futbolística para siempre.

México ya aprendió a ganar.

Lo que falta es atreverse a creer.

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