
El 2 de octubre
La fecha está ligada de forma íntima a nuestra historia. El recuerdo invita a la reflexión en materia deportiva y al profundo recrudecimiento del dolor en términos sociales. Del primer punto, temática fundamental de este portal, vale la pena evaluar si en verdad aquella consecución del título mundial registró un giro de 180 grados para nuestro balompié. Del segundo, la tristeza y el cruel aprendizaje de uno de los muchos capítulos oscuros a lo largo de nuestro pasado y presente como nación. En pleno estado catártico por la hazaña de la generación que prometía derrumbar los añejos padecimientos de nuestro balompié, emergió la estampa de Ricardo La Volpe advirtiendo que un triunfo en una categoría menor no significaba por fuerza una evolución para el futbol mexicano. Sus palabras, como suele suceder, cayeron mal. Consideramos que lo hacía movido por la envidia que le provocaba no haber sido el responsable de escribir una página dorada. Hoy, a casi 4 años de distancia, parece no haber estado tan equivocado, sin que ello implique que se hayan registrado ciertos avances a partir de tan memorable suceso. La evaluación en cuanto al nivel de progreso de nuestro futbol puede partir de diversos puntos de enfoque. A nivel de Selecciones Nacionales, de acuerdo a los resultados alcanzados, no se presentó un crecimiento. Los Campeones Sub 17 sucumbieron al momento de luchar por ser monarcas en la Copa Mundial Sub 20. La nueva generación de valores infantiles ni siquiera alcanzó su boleto a la edición siguiente, olvidando así la posibilidad de refrendar el cetro. La lectura resulta positiva al revisar los promedios de edad en la Selección Mexicana. Mientras que la media de las representaciones tricolor que participaron en Corea-Japón 2002 y Alemania 2006 estaba por encima de los 27 años, la que enfrentó a Honduras apenas supera los 25. La presencia de elementos como Giovani Dos Santos y Efraín Juárez contribuye considerablemente en un rubro que puede percibirse como secundario, pero que puede implicar que los actuales seleccionados acumulen mayor experiencia y roce para futuros compromisos internacionales. El torneo local luce con pequeños indicadores que apuntan a una mayor confianza hacia los jóvenes. Sin embargo, los avances son insuficientes. Para elevar la capacidad ofensiva del balompié nacional es menester que la mayoría de los 18 integrantes del Máximo Circuito apoyen al talento mexicano. Chivas, por naturaleza propia, y América, a través de Enrique Esqueda, han dado un paso significativo. La pregunta queda abierta: ¿cambió el futbol mexicano a partir de ese 2 de octubre de 2005? Mi respuesta es sí, pero con graves carencias y con una mejoría insuficiente de cara a lo que continúan realizando las potencias mundiales.
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