Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

¡Goya en el cielo!

Trece años después la gloria inunda el corazón universitario. Tuvieron que pasar más de ciento veinte minutos para que los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México sentenciaran la final y se consagraran como los campeones del Torneo de Clausura 2004 del futbol mexicano. La batalla fue intensa. Ambos equipos tenían la intención de atacar pero constantemente se vieron derrotados por el temor de ser sorprendidos en el contragolpe. El tiempo pasó y el marcador se mantuvo exactamente igual. Nada para nadie y la tensión en su grado máximo. Llegó la prórroga, la moneda seguía en el aíre y las piernas ya no obedecían las órdenes del cerebro. Las dos escuadras se empecinaron en alcanzar la victoria e hicieron inútil la contienda futbolística. Se tenía que dar paso a la definición desde los once pasos, no había de otra. Diez hombres fueron los elegidos; nueve de ellos soportaron la presión y cumplieron con su cometido; el otro fue vencido por los rezos incesantes de los fanáticos felinos: se perfiló, miro el arco enemigo, dio unos cuantos pasos y envió la pelota hacia el cielo, mismo lugar al que se elevaron los gritos de júbilo estudiantil. De inmediato, el contraste entre vencedor y perdedor, la luz y algarabía de los triunfadores y el dolor de los que cayeron dejándolo todo sobre el terreno de juego. ¡Que venga el reconocimiento a los nuevos monarcas y el aplauso para un contrincante que dejó la piel en cada respiro y que murió con los honores propios del más grande de los guerreros!

La consecución del título culmina de buena forma con el proyecto iniciado por Hugo Sánchez cuatro años atrás. En este ciclo, los Pumas recuperaron la mística y entrega que los llegó a caracterizar en el pasado. Abandonaron la frialdad en la que se habían situado y revivieron una pasión que, pese a los tiempos de tormenta, siempre estuvo viva. Contrario a lo que muchos pensaron, los fracasos en liguillas anteriores no tuvieron ningún efecto adverso para la mentalidad estudiantil; de hecho, equipo y cuerpo técnico maduraron conjuntamente y obtuvieron la experiencia que se requiere para cumplir con objetivos mayores, haciendo de los tropiezos un punto de invaluable aprendizaje.  Partieron de una base sólida y confiable, la reforzaron con los elementos adecuados y edificaron la estructura que hoy los consagra como los nuevos reyes de nuestro balompié.

En cuestión de días, el festejo tendrá que ceder su lugar al análisis y a la planeación de una nueva etapa, ya sea mediante la permanencia de Hugo Sánchez o por medio del arribo de algún otro estratega. La institución universitaria deberá entender que lo más difícil está por venir, que desde la aparición de los torneos cortos son muchos los campeones que han quedado en el olvido y que ser una realidad es una tarea que exige algo más que un campeonato aislado. Razón no les falta a los que aseguran que lo difícil no es llegar sino permanecer. Por hoy, dejemos que los Pumas festejen, que bien merecido se lo tienen. Ya mañana será tiempo de trabajar con miras al futuro.

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