Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

Diario Continental (Día 7)

La tristeza invadió el campamento azteca. El lamentable y desafortunado fallecimiento de la hermana de Jared Borgetti cimbró la estructura anímica de la selección mexicana de futbol. Los jugadores estaban presentes en la cancha del Colegio de Santo Toribio sin que realmente lo estuvieran. El cuerpo se encontraba ahí, pero la mente y el pensamiento se unían para apoyar al compañero afectado directamente. Muy poco se habló de futbol, aún estando en la Copa América hay prioridades naturales y humanas, y la muerte de un ser cercano y querido es una de ellas. Los jugadores perdieron su habitual alegría, sin embargo, se comprometieron a obtener un triunfo dedicado a toda la familia Borgetti, un acto de unión y hermandad entre integrantes de un grupo que no por vivir envuelto en la fama y el dinero escapa de las tragedias propias del más común de los seres humanos. El balompié será el medio para enviar condolencias desde tierra lejana. Al término del entrenamiento, y tras las declaraciones de apoyo, llegó el momento de partir a Piura, tanto para los periodistas como para los integrantes del tricolor.

El viaje para los distintos medios de comunicación nacionales estaba programado para las catorce horas con treinta minutos, pero la falta de puntualidad y las obligaciones de cada uno generaron un retraso de casi dos horas. El sitio de reunión fue el Inca Hotel. Varios de los representantes de prensa no acudieron a la cita debido a que prefirieron quedarse a trabajar y viajar el mismo día del partido, aceptando con ello las dificultades que tendrían que pasar al día siguiente en el trámite de entrega de boletos para la jornada futbolística. Cuando las manecillas del reloj se acercaban a indicar las cuatro treinta de la tarde, el chofer puso en marcha el autobús, iniciando la nueva aventura. Durante el trayecto, los poco más de diez pasajeros decidieron descansar y esperar el arribo a Piura para volver a entrar en acción. Los paisajes visibles desde la ventanilla no eran del todo agradables, generalmente se trataban de territorios desérticos y sin nada digno de mención. Al filo de las siete de la noche, entramos a suelo piurano. La gente se arremolinaba con la intención de recibir al equipo de Lavolpe. Las inmediaciones del hotel Costa del Sol, sitio al que llegaría más adelante la representación nacional, lucían repletas de jóvenes y adultos que tenían la intención de conocer a los distinguidos visitantes. No faltaron quienes, dejándose llevar por la emoción, nos saludaban y nos pedían autógrafos. Debo confesar que eso de sentirse admirado durante un rato no cae nada mal en el orgullo. Una dosis de vanidad está permitida.

Aprovechando que todavía restaba un poco de tiempo para que arribara México, decidí ir a dejar mis cosas al lugar en el que me hospedaría durante una noche. Mi sorpresa ya no fue tan grande al ver que se trataba de un establecimiento poco confortable y escasamente atractivo. La experiencia previa en Perú me ayudó a soportar el golpe y a adaptarme a las dificultades propias de un reportero. Tras observarme un par de minutos en el espejo, tomé la grabadora y la cámara, y salí rumbo al Costa del Sol, en una travesía que no dilató mayormente. La aglomeración de personas era cada vez más significativa; las autoridades la controlaban de buena forma, mientras que la prensa mexicana aguardaba pacientemente, de manera especial los fotógrafos, quienes requieren de un buen ángulo de visión. El tricolor no tardó en llegar. Por ahí de las veinte horas, el lujoso transporte de la selección fue visible y la algarabía comenzó. Los gritos de "México, México", cimbraban las calles piuranas y la alegría en el rostro de los aficionados era evidente. El autobús paró justo en la entrada principal del hotel; la puerta se abrió y de a poco fueron descendiendo los integrantes del conjunto verde. No hubo declaraciones y sí muchos flashazos. Los únicos que tuvieron autorización para ingresar con ellos fueron los enviados de TV Azteca y Televisa. Ya sabemos que hasta para informar existen jerarquías y que el poder que te otorga un micrófono y una cámara, así como una audiencia masiva, te convierte en un privilegiado.

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