
Diario Continental (Día 8)
Nada peor que iniciar el día con problemas para tomar un baño placentero y que permita solventar las necesidades básicas de higiene. El hotel en el que estoy hospedado no es precisamente de cinco estrellas, pero al menos en la recepción me habían asegurado que contaban con agua caliente. Y no me mintieron, porque durante dos minutos pude sentir el calor del agua. Fueron ciento veinte segundos en los que pensé que no todo era tan malo como había pensado, pero mi optimismo se fue al pozo cuando el frío golpeó mi cuerpo y la regadera me atacaba con furia. Fue una edición personal del Día después de Mañana. Ciertamente, no morí congelado, sin embargo, sí me hizo perder los estribos y recordar a las progenitoras de los amables empleados del Richard Hotel, o lo que es lo mismo, Hotel Ricardo. Salí velozmente del baño, me puse lo primero que encontré, tomé la llave, la deposité en recepción y camine hacia la salida para tomar un taxi y dirigirme al Centro Piurano, donde supuestamente iban a entregar las entradas para la jornada futbolística.
Contrario a lo que sucedió en Chiclayo, me permitieron ingresar fácilmente al interior del recinto. "Las cosas están cambiando", me dije a mí mismo. Motivado por un pensamiento benéfico para el sistema nervioso, subí las escaleras y llegue a donde debían entregarse los boletos. Se anunció que el proceso comenzaría a las once y me dispuse a esperar. El tiempo pasó lentamente; las manecillas indicaron las once horas y espere noticias frescas, que no tardarían en llegar. "Para la prensa extranjera se estarán repartiendo en el estadio", me comentó una bella edecán del Comité Organizador. Debo confesar que su atractivo físico sirvió para aminorar mi furia pero no para desaparecerla por completo. El temor de volver a tener que discutir durante largos minutos me atrapaba. Afortunadamente, no tuve muchas dificultades para conseguir mis tickets, ya que uno de los representantes de Traffic, empresa importante en la organización de la Copa América, solucionó mi petición con educación y categoría. Me permití esbozar la primera sonrisa del día.
Mientras se acercaba la hora del cotejo, tomé fotos, acudí a un café internet, puesto que el centro de prensa es demasiado reducido, y redacté una nota del ambiente en Piura, además del previo del juego entre México y Ecuador. Revisé algunos correos electrónicos y asistí a comer al "Tribis", uno de los restaurantes más agradables de Piura, y no sólo en el aspecto de los alimentos. Ahí, se encontraban cualquier cantidad de mexicanos, desde Alberto de la Torre hasta Cristian Martinolli, sin dejar de mencionar a David Medrano y Emilio Fernando Alonso. Rápidamente pedí un bife de chorizo acompañado por una papa al horno. La tardanza característica de Perú se mantuvo y aguarde lo más pacientemente que pude a que me sirvieran mis platillos, los cuales tardaron más en llegar a la mesa que en ser devorados. La espera de la cuenta significó otra pérdida significativa; una vez que fue liquidada, regresé caminando al Miguel Grau, donde presencié el triunfo mexicano. Pero esa es una historia que fue relatada en un reportaje distinto.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MEDIOTIEMPO S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.