
Objetividad entre buenos deseos
La oportunidad se presta para hablar de un nuevo comienzo, del tiempo adecuado para construir las bases hacia un futbol mexicano más estructurado y con mayor certeza en sus principales ámbitos. Los últimos días de Diciembre y los primeros de Enero suelen estar repletos de sueños, anhelos y esperanzas que muchas veces se olvidan en cuanto la vida cotidiana recupera el lugar preponderante; no obstante, en cada uno de nosotros está el tomarnos muy en serio lo que hemos meditado y ponernos a trabajar para que los deseos se conviertan en inalterables propósitos, en metas obligadas para quienes gustan de vivir con parámetros claros.
Para que el ejercicio de reflexión valga la pena debemos partir de una visión lo suficientemente objetiva como para reconocer que nuestro balompié sigue inmerso en la incertidumbre, en la irregularidad que lo mismo lleva a uno de nuestros equipos a lo más alto de una competencia internacional que a otro a permitir que sea un utilero el que presente su nuevo uniforme. Si pensamos en ser grande, si en verdad soñamos con ello, necesitamos darle importancia a cada uno de los detalles, comenzando por el espectáculo que se despliega en la cancha y pasando por detalles en apariencia tan insignificantes como quién presenta una indumentaria o qué es lo que se declara ante los medios de comunicación.
El circulo del futbol mexicano está compuesto por jugadores, cuerpos técnicos, personal administrativo, aficionados y medios de comunicación. Cada parte cumple con una responsabilidad indispensable para que la pelota nacional mire cada vez más alto. Si una falla y la otra también, ingresamos a una suerte enfermiza que perjudica el proceso necesario de crecimiento y consolidación.
Cito un ejemplo que a los aficionados rojinegros ha incomodado pero que me parece es un síntoma inequívoco de lo ineficientes de los estándares de calidad con los que nos manejamos: el uniforme que el Atlas utilizará en el Interliga fue presentado y "modelado" por el utilero del equipo. Acto seguido, expresé mi inconformidad a través de mi blog. No me parece correcto que una entidad de Primera División olvide las relaciones públicas y la mercadotecnia al improvisar un acto que lesiona los intereses de unos patrocinadores que ligan su prestigio a una escuadra de futbol. Me sorprendió, después de unos cuantos minutos, leer que los seguidores atlistas y de otras escuadras no lo vieron mal y hasta llegaron a ensalzar el hecho por, según ellos, acercar la playera rojinegra a quien de verdad siente los colores.
A favor del departamento de comunicación del Atlas obra el que la realidad en otras escuadras no dista mucho. Los Potros de Hierro del Atlante, campeones del futbol mexicano, carecen de un sitio oficial y no sólo eso, sino que su jefe de prensa sigue inmerso en la era del fax; las Águilas del América, con todo el poder de Televisa, rara vez mandan comunicados y los responsables del área no suelen estar muy disponibles que digamos; Cruz Azul ni se diga, depende de dos personas que no pueden cubrir las naturales necesidades de uno de los llamados "grandes". Y así podríamos seguir, aunque eso sí, debemos excluir de esta lista negra a entidades como Tigres, Monterrey, Santos, Chivas, Pachuca y, de forma destacada, a Monarcas Morelia.
Los medios de comunicación hemos sido partícipes en un alto grado de la poca visión que en materia de comunicación presentan más de la mitad de los equipos que integran el Máximo Circuito. No se trata de culpar a unos o a otros, pero sí de señalar lo evidente. Si soñamos con tener un mejor futbol, un mejor espectáculo y una mejor información tenemos que luchar palmo a palmo porque el cambio no se dé sólo en la cancha, donde ocasionalmente llegamos a tener alegrías, sino también en el campo de la mercadotecnia, la comunicación y sus derivados.
La próxima vez que un utilero presente el uniforme de un equipo, los primeros en retirarse tendrían que ser los patrocinadores, la marca que realiza el uniforme; enseguida, los aficionados tendrían que preguntarse por qué comprar una playera que no le interesa al propio club, y los medios tendríamos que poner el dedo en la llaga y evidenciar el escaso profesionalismo con que nos se sigue manejando el medio futbolístico.
Es tiempo de soñar, de anhelar… también de decirnos a nosotros mismos que no estamos ciegos y que gozamos de los atributos necesarios para aceptar en qué nos estamos equivocando. Opina de esta columna aquí.
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