‘Vendía tortas en la Arena México y me enamoré de la lucha’; Nitro: hecho en el CMLL

A los ocho años llegó por primera vez a La Catedral y desde ese día se convirtió en su casa alterna, pues a los 17 debutó como gladiador profesional, ahí mismo.

Nitro, en sesión con mediotiempo | César Cerón

Son casi 40 minutos de charla, de relatos, de vivencias, de nudos en la garganta, de ojos cristalinos, porque una vida ligada al pancracio es precisamente la que enarbola la leyenda de uno de los últimos íconos del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL).

Nitro, aquel que encontró cabida en una facción llamado el Comando Boricua para alcanzar su identidad más pura, es sin duda uno de los hijos pródigos de la compañía Seria y Estable, y el mismo rudazo, con el orgullo a piel, dice presuntuoso ser un hecho en casa y que de ahí nunca se irá, al menos que lo vayan.

Y es que es un largo peregrinar ligado a este mundo, a La Catedral, y a todo lo que tiene que ver con el circuito que ha visto desfilar a las más grandes estrellas del deporte de los costalazos, “mi historia es una muy clásica, no muy popular, porque todos tenemos una historia individual”, dice para abrir boca en entrevista con Sin Máscaras, y lo que sigue son un puñado de recuerdos que rayan en lo increíble, con esa dosis de grandiosos.

“Por azares del destino, te estoy hablando del año 1974, llegamos a la Arena México, mi madre vino a pedir trabajo (la charla es en el inmueble enclavado en la Colonia Doctores), yo iba con ella, y pues entro por el acceso grande del estacionamiento y me topo con este gran recinto, ver el ring en ese momento, pues era la temporada de luchas; se hace el proceso de que mi madre va a entregar su solicitud de trabajo, la habían invitado como vendedora, y cuál va siendo mi sorpresa, que en lo que ella hacía sus trámites, yo me puse a jugar con mi hermano en el ring, sin imaginarme que en ese momento iniciaba una historia que hasta el día de hoy no termina, porque todo lo que he hecho en la vida lo he hecho en las entrañas de la Arena México, en aquel tiempo Empresa Mexicana de Lucha Libre, hoy CMLL.


“Tengo en mi vida tres historias; la primera es la persona, el niño que llegó aquí y se volvió luchador; la segunda, el niño que llegó, que aprendió el sistema de administración de concesión y creció en la misma y es una parte más de mi vida; y la persona, el niño que creció aquí, conocí a mi esposa aquí de niños, nos hicimos novios a los nueve años y hasta la fecha estamos juntos, para mí es una historia muy satisfactoria y muy bonita, que me mueve mucho los sentimientos, es toda una vida, tengo 56 años, de los cuales 48 son dentro de las entrañas de la Arena México”, comparte el gladiador.

De vendedor a esteta

Dueño de una carrera intachable, siempre apegada al profesionalismo y con el amor y la pasión como su bandera en pos del éxito, revela que a la par de la jefa, consiguió chamba, y entonces el empezar a empaparse de la disciplina fue el resultado de pasar gran parte de su tiempo en el escenario luchón por excelencia.

“Tuve la oportunidad también de pedir trabajo, era un niño de ocho años, y el en ese momento, joven Francisco Alonso Lutteroth, que en paz descanse, me preguntó las tablas, me preguntó, ‘te sabes la del seis’, se la dije corrido del uno al 10, y me respondió que sí entraba a trabajar, me dieron una canasta con 10 papás para venderlas a seis pesos, y ahí empezó mi carrera como vendedor dentro de la México, y el trabajo también se lo dieron a mi mamá como tortera.


“Luego descubro en las escaleras ruidos extraños, que estaban ahí como peleando y descubro entre las puertas 10 y 11 que están en balcón comunicación gradas, salida a la calle principal por la parte Doctor Lavista, que me encuentro con el gimnasio, me asomo, ese día me tocó vender tortas, y estaban muchos luchadores de ese momento, yo no los conocía, eran puros monstruotes, puros hombres gigantes y me dio curiosidad”, asevera, al tiempo de aceptar que, de ser un mirón o espectador, con el tiempo pudo empezar a practicar y aprender de qué se trataba toda esa parafernalia.

“Cada función de los distintos espectáculos que había, en lo que estaba el intermedio, iba a cargar mi caja de tortas y me subía a ver cómo entrenaban los gigantes, pues entrenaban muchos luchadores, que con el tiempo fui conociendo, y ahí mismo, en algún momento, salió el profe Rafael Salamanca a preguntarme que hacía yo ahí, y le respondí que estaba descansando en lo que me ponía a trabajar, y les daba risa, ya después me saludaban y empecé a hacer amistad con todos”.

Su remojo luchístico

Ya inmerso en todo el movimiento luchístico y del negocio en torno al mismo, con el paso del tiempo y el andar de las manecillas, recibió la opción de practicar junto a figurones, hasta que de pronto, y de la nada, se vino su estreno, como lo marca la tradición, con ese dejo de improvisación, pero además para ocupar el lugar de un elemento ausente.

“Cuando me doy cuenta ya tenía 11 años y empiezo a entrenar con todo el gremio de la lucha libre de aquel entonces, te puedo decir mil nombres de luchadores y empieza la gran parvada de Guadalajara, llegan Atlantis, Los Dinamita (Cien Caras, Universo 2022 y Máscara Año 2000), llegan todos jóvenes, pero yo era un niño, y ellos ya venían directamente a luchar.


“Recuerdo un domingo de Arena México, en octubre de 1984, yo todavía no tenía licencia, pero ya tenía 17, era encargado de la sección de las tortas, estaba esperando, y pasó Juan Herrera, quién era el programador en aquellos tiempos y me dice: ‘vente, tráete tus cosas’; me jala y me indica: ‘vas a subir a luchar’, pero yo no tenía nada de equipo, nada de cosas, ni botas, me meten al vestidor, me prestan unas botas y un calzón negro, en ese tiempo el Cimarrón Negro no había podido llegar y me tocó hacer pareja con el Guerrero Negro para Aristóteles y El Módulo, y me aviento mi primera lucha”.

Llega a sus manos Nitro

Con la consciencia clara desde los 13 años de que sería gladiador, y de los buenos, y luego de su remojo en el recinto más importante dedicado a este nicho, al tiempo que su madre supo que ya hacía sus pininos arriba de un cuadrilátero, lo que siguió fue el probar con algunos nombres, motes, hasta que le dio al clavo con el imponente Nitro, con el mismo que recién pudo despojar de su tapa a Apocalipsis.

“Me aventé como dos años con el nombre de Sin Máscara, después me dieron el de Dragón, y ya por 1988 andaba luchando, era un domingo y estaba tranquilón y alcanzo a ver a mi mamá en la tercera fila de la sección naranja del lado izquierdo, y a la hora de agarrar tantito aire, no había vallas alrededor y caí por ahí, y mi mamá estaba viendo las luchas, y yo le pregunté: ‘qué pasó mamá, qué, te están gustando las luchas’, en ese momento supo que era luchador. Se me quedó viendo y me dijo mi nombre.


“Tuve dos etapas muy fuertes y muy bonitas aquí en el Consejo, porque me dieron esa confianza, primero tuve el nombre del Dragón Rojo, posteriormente fui Dragón Dorado y Dragón de Oro, pero hubo problemas por derechos de autor, y ya después me dieron el nombre de El Filoso, El Fantasma del Museo de Coyoacán, con el que duré 11 años, debuté como Filoso a lado de Lizmark y Atlantis, para Los Intocables: Jaque Mate, Masakre y Pierroth, me fue muy bien y después vino un receso, y llegó la oportunidad por parte de Pierroth de hacer El Comando Boricua y me traen como luchador extranjero de Puerto Rico, y hago mi aparición como Nitro y desconcierto a la gente en una función de Aniversario”.

¿Qué es Sin Máscaras?

Sin Máscaras es un programa dedicado a la lucha libre, un deporte icónico de la gran nación mexicana. La tradición del pancracio es contada por los protagonistas, con entrevistas en las que puedes conocer más de tu luchador favorito. Esta emisión la puedes seguir en las plataformas digitales de Multimedios; una pieza en la que participan en sinergia Milenio La Afición y mediotiempo, la propiedad deportiva digital número uno de México.


  • Rodrigo Mojica
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