Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

Ojos tristes

Es difícil interpretar las miradas, mucho más cuando los ojos que deseamos analizar son de tamaño diminuto. Buscar el significado que se encuentra en el fondo de las pupilas de este personaje no es una tarea sencilla, ya son numerosas las personas que, ante su incapacidad para entender sus virtudes como persona y como entrenador, lo acusan de pasivo y mediocre.

A lo largo de los últimos meses, ha estado expuesto a todo tipo de críticas, desde las que se limitan a la labor pública que desempeña al estar al frente de uno de los equipos más grandes del futbol mexicano hasta las que juzgan su bondad y su calidad humana como la razón principal de que sus jugadores no rindan sobre el terreno de juego, como si la caballerosidad y la clase estuvieran peleadas con el futbol, aunque, por lo visto, este tipo de juicios no se alejan de la realidad,  ya que el futbolista actual prefiere rendir cuando lo tratan a base de insultos que cuando le dan la libertad para decidir y comprometerse consigo mismo.

Son pocos los hombres que pueden presumir de haber alcanzado al menos una mínima parte de sus sueños, él puede hacerlo; en la cúspide de su trayectoria, cuando convirtió a los Diablos en el equipo más espectacular y ganador de los últimos tiempos, logró unir a todo un país en torno a su designación como seleccionador nacional. Nadie se imaginaba que la unanimidad que se presentó al momento de indicarlo como el hombre idóneo para conducir las riendas del tricolor iba a terminar convirtiéndose en un consenso absoluto para cesarlo del cargo y catalogarlo, casi por decreto, como un técnico fracasado y falto de pantalones. No cabe duda, la memoria es flaca, especialmente cuando se habla de futbol.

El fracaso le dolió hasta el fondo del alma, pero decidió no rendirse y aceptar ser el estratega de los Zorros del Atlas, que se habían caracterizado por practicar un futbol vistoso y alegre. Pese a la estrepitosa caída que acababa de sufrir, las expectativas en torno a su llegada eran alentadoras; se insistía en que su fracaso al frente del conjunto nacional no tenía vínculo alguno con su ya probada habilidad para dirigir a nivel de clubes. El tiempo pasó y el fantasma de la derrota permaneció junto a él, como la sombra que jamás hubiera querido que se postrara a su lado. Así, pasó con más pena que gloria, cerrando otro capítulo de su vida futbolística.

Sensible como cualquier ser humano, nuestro personaje en cuestión siempre ha tenido una preferencia por el color celeste, razón por la que no dudó ni un sólo instante para aceptar la propuesta del Cruz Azul, la máquina de sus amores. El destino parecía haberlos ligado de nuevo; ambos habían estado envueltos en problemas y no habían conseguido los resultados deseados,  por lo que la alianza de fuerzas lucía como el camino indicado para olvidar los tragos amargos que habían vivido en tiempos recientes. La nueva aventura inició de buena forma, pero se trató de un simple espejismo, de una mala jugada de ese ser omnipresente que lo ha estado persiguiendo desde que no pudo llevar a buen puerto al equipo de más de cien millones de mexicanos.

Ayer, en el Estadio Morelos, la compañía de miles de personas no hacía más que hundirlo aún más en la soledad que entraña el ser director técnico; ni sus jugadores, ni los rivales, ni la afición, compartieron la tristeza de un hombre que tuvo momentos de gloria y que ha visto que su suerte se cierra tanto como sus ojos.  Sus pupilas se niegan a dejar de brillar, aunque el significado de dicho resplandor resulte diametralmente opuesto, pues lo que antes denotaba el deseo de derramar lágrimas de alegría y emoción se ha transformado en el efecto de la frustración y el desencanto, en la consecuencia de sentir que el fracaso lo ha alcanzado tras una respetable carrera como estratega dentro del balompié mexicano.

Su salida es prácticamente un hecho; esos ojitos tan cerrados dejarán de soñar y vivir para el Cruz Azul, pero amenazan con volver. No saben ni cuando ni donde, pero cuando lo hagan, desearán reencontrar la luz que algún día conocieron.

 

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