Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

Heroica resurrección

Remar valientemente contra la adversidad es pensamiento de muchos y obra de muy pocos. Los Dorados creyeron en sí mismos cuando nadie lo hacía, se postraron cara a cara frente a la estadística implacable y sacaron fuerzas de flaqueza para demostrar que no estaban ni remotamente muertos. En sus palabras siempre se apreció disposición y confianza, pero la cruel realidad indicaba que no era suficiente con querer para darle un vuelco significativo a la desgastante lucha por mantener la categoría. La convicción se venía abajo con el incesante golpeteo de las derrotas. Su destino estaba sellado, se afirmaba sin darle cabida al beneficio de la duda. El repentino cambio en el timón sinaloense se consideró como la crónica de una muerte anunciada, como la aceptación de una misión incumplida. Apostar por la salvación del cuadro pesquero se significaba como una osadía que ni siquiera  sus propios integrantes se atrevían a mencionar sin que el temor a equivocarse rotundamente estuviera de por medio. Hoy, los malos presagios están en dirección opuesta; por los rumbos del estadio Cuauhtémoc, para ser precisos. La lección es clara: soñar y no darse por vencido puede ser el punto de partida de un futuro alentador. Cuatro unidades para mantener la categoría, cuatro puntos para escribir el último párrafo de uno de los regresos más sorpresivos en tiempos recientes.

Carlos Bracamontes aceptó hacerse cargo de un barco a la deriva. Su antecesor, José Luis Real, sucumbió ante la presión de un fantasma que rápidamente convirtió la certeza en miedo y la capacidad en inoperancia. El mal inicio de campaña terminó por marcar la gestión del “Güero”, que se fue con el poco envidiable consuelo de haberlo intentado. En honor a la verdad, la plantilla con la que cuenta el benjamín del máximo circuito dista mucho de facilitarle el trabajo al cuerpo técnico, al menos en lo que a nombres se refiere. La inminencia del fracaso obligó a realizar la modificación en el banquillo. Bracamontes arribó con la misión de alcanzar lo que para muchos era más que imposible. Y llegó el debut. Meritorio empate en el estadio Jalisco. Aún así, el panorama se teñía de negro. A la semana siguiente, victoria frente a los Pumas de Hugo Sánchez. De ahí en adelante, Dorados suma un partido sí y otro también. Su porcentaje, volátil y engañoso, sube gradualmente, hasta que el Puebla, lastimado profundamente por las decisiones de sus propios directivos,  se ve superado. La tierra anhelada está a la vista…

Cuando la estrechez económica impide que el peso de un equipo recaiga en las individualidades, adquiere vital importancia el trabajo de conjunto. Sinaloa no estaría a un paso de asegurar su permanencia en el máximo circuito si los malentendidos protagonismos no se hubieran dejado en el rincón del olvido. Iarley, se deshizo del glamour que se generó en torno a su llegada, asumió el papel que por sus propias capacidades futbolísticas le corresponde y ha sido pieza fundamental en la resurrección de los colores que defiende. Patiño, recordó que tiene las facultades para sobresalir y formó una interesante sociedad con el ariete amazónico. El aporte de ambos, como referentes, solidifica a la perfección la estructura cimentada por sus compañeros.

En cualquier tipo de batalla se presenta una combinación de aciertos y errores. Dorados iba por el rumbo equivocado, corrigió y cerca está de ganar la contienda. La Franja tuvo en sus manos la permanencia, pero esa es una historia completamente distinta. En ella, Bernat y compañía tienen una aparición fundamental para entender la debacle poblana.

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