
Síntomas de crecimiento
Los medios de comunicación caemos con frecuencia en los términos comunes y en etiquetas utilizadas durante años para explicar el nivel de nuestro futbol. No resulta en absoluto extraño abrir las páginas de un periódico o entrar a Internet y encontrarse con frases trilladas, que hablan de un balompié sin progreso, carente del nivel adecuado para sobresalir a nivel internacional.
Los años nos hicieron así, nos fueron imponiendo un paradigma que provocó una visión pesimista respecto a los alcances de nuestros clubes y selecciones. Si hacemos una revisión a conciencia sobre la historia de este deporte en México, hallamos un panorama sombrío, con escasos motivos para alegrarse. Pero el argumento está cambiando, se está modificando y nos permite afirmar que hoy por hoy gozamos de una imagen mucho más saludable a la que tenían de nosotros hace apenas quince años.
El hecho que me llevó a reflexionar a este respecto no es otro que la importancia dada a los seleccionados que participan en el viejo continente. Así como cuestionábamos que los equipos españoles pagaran cifras de risa por varios de nuestros jugadores más destacados, hoy podemos afirmar con orgullo que ya hay, al menos en una medida mucho más significativa, clubes dispuestos a desembolsar millones de dólares con tal de tener a su disposición el servicio de un futbolista llegado de un país con la etiqueta de importador tatuada en la frente.
Una muestra clara de la trascendencia y confianza que se les brinda en el presente a los jugadores aztecas se pudo apreciar con el recibimiento que le dieron a Guardado en La Coruña. Miles de aficionados lo aplaudieron, se apuraron a ponerle el apodo de “Principito” y lo hicieron suyo sin tener mayores referencias sobre él. Ni pensar que por Cuauhtémoc Blanco dieron cien mil dólares y que lo relegaron a la banca por salomónica decisión del cuerpo técnico.
El debut de Giovanni Dos Santos con el Barcelona en la Liga española se presenta como la cereza al pastel dentro de esta nueva realidad que está viviendo el futbol mexicano. Corren días en los que el escepticismo hacia nuestro talento deja de presentarse. No quiero decir que estamos por encima de los brasileños o argentinos desde la óptica europea, pero sí que al fin se vislumbran oportunidades para aquellos profesionales del balón que se olvidan de la comodidad casera para lanzarse a uno de los sueños más elevados de todo jugador.
La ley de la vida nos señala que a mayor oportunidad, mayores responsabilidades. En este punto, el medio futbolístico debe ser muy cuidadoso. Los involucrados directos, los que actúan sobre el rectángulo verde, están llamados a rendir buenas cuentas sin pensar en pretexto alguno; los directivos, pese a la satisfacción ocasionada por la llegada de buenas propuestas, tienen que impulsar un equilibrio que posibilite la ida de nuestros jugadores al extranjero, pero también la permanencia de hombres que ayuden a mantener o elevar el nivel del torneo local; en cuanto a los medios de comunicación y aficionados, lo que necesita estar presente es la prudencia y la serenidad necesaria para reconocer que el fracaso es una de las posibilidades en el panorama de los llamados "embajadores".
Por supuesto que no resulta deseable dicho escenario; no obstante, tendremos que aprender a ser cautos y a no fulminar a un jugador o a un técnico en caso de incumplir las metas propuestas.
Estoy convencido que el paciente mexicano presenta síntomas inequívocos de crecimiento. Sólo hace falta que maduremos y sepamos reconocer que ni Javier Aguirre, ni cualquier otro de nuestros representantes, está a salvo de pasar por unos cuantos tragos amargos.
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