
Por un México de Oro
Hoy miramos el cielo con optimismo inédito. Son falsas esas sensaciones que nos inundan cuando los resultados positivos no se presentan. Nos equivocamos cuando nuestra mente llega a preguntarse si los mexicanos somos inferiores al resto, si no estamos hechos para brillar en una disciplina deportiva o en cualquier otra actividad que nos propongamos. Podemos ser los mejores. Guillermo Pérez lo hizo cuando ya todos veíamos los Juegos Olímpicos más por una obligación moral de apoyar que porque realmente presagiáramos la consecución de una medalla que gana un solo ser humano, pero que empuja positivamente a toda nuestra sociedad, a la misma que hace apenas unos días se sintió avergonzada porque el alimento condimentado fungió como pretexto para explicar un fracaso.
Ondeó en lo más alto, como la más bella y hermosa del orbe. El momento catártico en que la bandera de nuestro país se colocó en lo más alto de una disciplina olímpica después de ocho años de no poder conseguirlo queda inmortalizado en la historia de nuestro deporte y en la de cada uno de los millones de mexicanos que interrumpimos las horas de sueño para verlo superar la incapacidad del gobierno, la corrupción de un alto porcentaje de los hombres que mandan en los órganos deportivos y la esencia dilatoria de todo el entorno. No tenemos por qué aplazar cuatro años nuestras ilusiones. El presente es lo único certero. Guillermo Pérez lo comprendió, mientras que la gran mayoría de nuestros atletas hablan de encontrar una nueva oportunidad en Londres 2012. Básico, pero implacable el dicho que reza que no debemos dejar para mañana lo que se puede hacer hoy.
El de Guillermo Pérez es un triunfo personal con alcances masivos. Fue paciente, soportó que otros tuvieran el protagonismo en ciclos anteriores y vivió el día más importante de su vida con plena consciencia de ello. Él soñó, arriesgó, se mantuvo ecuánime y soportó los golpes emocionales que significaban perder la ventaja. Peleó sin miedo a la responsabilidad de cargar con el peso de una nación que por cuestiones coyunturales está urgida de triunfos, de ejemplos positivos que peleen como superhéroes para vencer a villanos mucho más reales y peligrosos que aquellos que se nos plantean en las historietas.
La cultura del aplazamiento debe morir. No dejemos nada para mañana; no tardemos más de lo necesario para cumplir los procesos. Olvidemos la obsesión por el quinto partido en el futbol, vamos más allá, hacia el título, soñando con fundamentos, con trabajo y con el amor propio que suele faltarnos para vernos capaces de brillar donde quiera que nos paremos. Que nunca más nuestro objetivo final sea simplemente ver qué tal nos va para volver a probar dentro de cuatro años; que jamás se repita la postulación de un objetivo que a final de cuentas significa quedarse en la orilla, porque a eso equivale la meta absoluta que tanto obsesiona a nuestro balompié. Semejante escenario en el voleibol, disciplina en la que hubo quienes festejaron el "logro histórico" de por fin ganar un set y un partido.
Hoy se vale festejar, emocionarse hasta las lágrimas. Mañana y el día después de mañana, cada uno desde su trinchera tendrá que analizar qué está mal y corregirlo. Es cierto que entre menos medallas, más apasionantes resultan, pero todo México anhela que llegue la edición de Juegos Olímpicos en que la delegación en general se perciba como gente ganadora; el instante en que los medios de comunicación a nivel mundial volteen a México para saber qué está sucediendo, cómo nos estamos entrenando, de qué manera se está gastando un presupuesto que hoy por hoy es vasto mas no empleado para los fines debidos.
El deporte mexicano debe vivir del presente y con planeación a futuro. Guillermo Pérez vivió sus veinticuatro horas con aplomo y culminó su día con una presea en el cuello. Por más optimistas que seamos, nada garantiza que Juan René Serrano volverá a estar a unas cuantas flechas de hacerse de una presea olímpica. Tampoco que el fallido Arturo Santos tendrá éxito en el profesionalismo, aunque de poco le importa, ya que tardó unos cuantos minutos en digerir su eliminación para hablar de que se irá con la empresa de boxeo que más dinero le ofrezca. Así de sencillo…Opina de esta columna aquí.
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