Columna de Caleb Ordoñez

La fe de Stephen Curry

“Tú puedes ser lo que quieras, quien tú quieras, tú todo lo puedes”, decía a su hijo mientras le explicaba que no debía temer a las serpientes. Eran las palabras de Wardell Curry, conocido como “Dell” en las canchas de basquetbol de Charlotte en Nuevo Carolina y claro, en la NBA.

Desde muy pequeño, Stephen Curry había puesto su admiración en aquel hombre que solía animarlo y desafiarlo a ser mejor persona que profesional.

De raíces en la escuela primaria de método Montessori, Curry ha dicho que eso le "abrió un mundo de posibilidades”. Pero luego lo que marcaría sus creencias sobre la vida y especialmente sobre Dios, fueron los colegios cristianos donde mostró su ADN basquetbolista.

Llevó a los equipos de Queensway Christian College y al Instituto Charlotte Christian a conseguir todos los campeonatos posibles mientras estudiaba en ellos.

Stephen tenía una extraña manía, cada vez que tenía unos tenis nuevos, escribía en ellos versículos bíblicos que lo motivaban. En los colegios religiosos no tuvo ningún problema por ello. El conflicto se presentó en la universidad de Davidson College, donde comúnmente era molestado por compartir su fe.

Llegó a ser conocido como “El Predicador”, pero el constante "bullying" no lo detuvo para promediar más de 25 puntos por partido. Finalizó la temporada siendo el máximo anotador de la Conferencia Sur y segundo mejor anotador novato del país por detrás de la leyenda colegial Kevin Durant. Además con 162 triples anotados en una temporada, superó el récord de la NCAA.

Esto le mereció ser elegido en el equipo All-American, entre los mejores jugadores universitarios de Estados Unidos.


Trofeos, fama y dinero

En el Draft del 2009 se escuchaba el nombre de Stephen Curry en la séptima posición, iría al modesto equipo de Golden State Warriors, que apenas habían conseguido 29 victorias, por 53 derrotas.

El experimentado entrenador Don Nelson recibía al novato dándole pocos minutos al principio, pero sus participaciones eran brillantes. Ese mismo año fue elegido en el equipo de los mejores rookies.

Luego de esa gran temporada los claroscuros ocurrieron. A pesar de sus participaciones extraordinarias, de ganar la medalla de oro para Estados Unidos en el Mundial del 2010 y ser el campeón de habilidades en el juego de All-Star en 2011, su cuerpo sufría lesiones constantes. Hasta que en 2012 se “tronó”: una fuerte lesión lo dejó en cama durante gran tiempo de la temporada. Dada la hiperactividad que vive, dice que lo único que le consolaba era la oración y repetir constantemente: “Dios tiene un propósito en mi vida”. Luego de esa dura lección, Steph regresó a las canchas y la historia se empezó a escribir con letras de oro. Fue cuando conoció sus primeros Playoffs y jugó su primer Juego de Estrellas, además de romper el récord de tiros de tres puntos en la NBA. Luego sería campeón de la NBA en 2015, 2017 y 2018. Ha sido además un par de veces MVP de la liga y es considerado uno de los mejores tiradores a distancia de la historia.

El juego espectacular de Curry va más allá de las canchas. Quizá no nació -como la mayoría de los deportistas de élite- en un barrio, pero el bagaje de valores que ha ido formando han marcado su conducta.


Todo no es suficiente

Curry nunca dudó que la niña que conoció a los 14 años llamada Ayesha Alexander se convertiría en su esposa. Hoy tienen una familia con dos hijas, Riley y Ryan.

Su fe siempre ha significado una controversia, ante esto él declara: "No importa de dónde vengas, lo que tengas o no tengas, lo que te falte o de lo que tengas demasiado. Pero todo lo que necesitas es tener fe en Dios, una pasión eterna por lo que haces y lo que eliges hacer en esta vida, un impulso implacable y la voluntad de hacer lo que sea necesario para tener éxito en cualquier cosa que te propongas".

Y no le ha costado solo burlas, sino que ha tenido que enfrentar encrucijadas más serias.

El estilo y carisma de Curry lo ha hecho de millones de seguidores en el mundo. Genera cientos de millones de dólares. Obviamente, una de las marcas más prestigiadas, Nike, lo quería firmar para que lanzara sus propios tenis y toda una gama de ropa con su nombre.

Nike ha firmado contratos con el 68% de los jugadores de la NBA y más del 74% incluyendo Jordan Brand. Abarcaba el 95.5% del mercado de zapatos de baloncesto.

Sin embargo algo sucedió. Curry les dijo “no”.

Cuando ya todo estaba listo para que el basquetbolista plasmara su firma, hubo una pequeña petición. Curry quería poner en sus tenis los versículos bíblicos que lo habían motivado durante toda su vida. Nike dijo que eso “no les convenía y no sería posible”. Inmediatamente Curry rechazó la propuesta y se unió a la marca Under Armour, en donde ha generado más del 40% de las ganancias para la empresa. Actualmente tiene un contrato hasta el 2024 y una gran participación en las acciones.

El pasaje bíblico que tienen todas las zapatillas de Curry está en el libro de Filipenses 4:3 dice “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Para Stephen ese texto va más allá de un cita célebre: “Quiero que cada vez que una persona se ponga una de mis zapatillas recuerden lo que pueden ser capaces de hacer”.

Curry tiene una filosofía que lo ha acompañado toda la vida: “No soy un deportista cristiano, sino un cristiano que hace deporte”. El superestrella ha explicado su característico gesto, “Golpeo mi pecho y apunto al cielo, eso simboliza que tengo un corazón para Dios. Lo hago cada vez que salto a la pista, así recuerdo para quién juego” y va más allá: “Sé que por Dios me espera un lugar en el cielo… y eso es lo máximo, más que cualquier dinero o trofeo”.

Todo esto podría ser palabrería, si no fuera porque el testimonio de Curry tiene que ver con lo que ha decidido hacer con su fortuna, una decisión que tomó junto a su esposa sobre sus bienes y millones ganados.

A pesar de que los Curry están valuados con más de 250 millones de dólares, ellos suelen decir: “dejamos lo necesario para vivir, todo lo demás es para quienes verdaderamente lo necesitan” y por ello han puesto la gran mayoría de sus ingresos en su fundación "Eat. Learn. Play.”, que junto a serios especialistas y expertos antipobreza, tiene la ambiciosa misión de acabar con el hambre en el mundo. Los “pocos” millones de los Curry son apenas el comienzo para motivar a otros deportistas, artistas y filántropos millonarios a desprenderse de su dinero para lograrlo juntos. Dicen haber dado el primer paso.

Quizá cuando escuchamos las cantidades estratosféricas de los deportistas profesionales, pensamos cómo ese dinero puede ser suficiente para sus excéntricas y lujosas vidas. Pero cuando Stephen Curry hace reflexionar que sus tantos millones son tan pocos para una causa tan grande, da sentido para lo que debería de ser utilizada la riqueza.

Más allá de sus frases, de su espectáculo e impresionante puntería. Curry nos recuerda -con su bolsillo- lo que verdaderamente dice la biblia que tanto lee: Amar al prójimo.

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