Columna de Caleb Ordoñez

La tentación del deportista y la política

Los deportistas profesionales tienen una formación plagada de victorias, medallas, trofeos y aplausos, pero también conocen la derrota, la pobreza, burocracia y los malos tratos. Sin duda, triunfar conlleva sacrificio, pasión y mucho esfuerzo.

Dentro de todo ese proceso, van apreciando la fama, los escenarios gloriosos, los lujos, las portadas de revistas y el cariño multitudinario de aquellos que les admiran.

Algunos, al terminar sus carreras, son tentados a una arena totalmente nueva y desconocida. Habrá quienes lo hagan para mantener su fama y crecer en una atrayente dinámica que tiene que ver con el ego y el triunfo en las elecciones. Pero también, habrá quienes, luego de sufrir su formación, se identifican con los que menos oportunidades tienen y deciden adentrarse a este nuevo paradigma de ser deportistas políticos.

Para los más “puritanos” del deporte, esta relación entre política y deporte puede resultar como el agua y el aceite, inconcebible y poco ética.

Pero algunos antropólogos e historiadores han coincidido en que, si los deportistas quieren incursionar en la actividad proselitista, es por la palabra “hartazgo”.

Causas que trascienden las canchas

El deporte y la política, desde siempre, han entrelazado sus caminos. Hay muchos ejemplos en los que el deporte ha sido testigo de reivindicaciones políticas históricas.

Imposible sería olvidar los Juegos Olímpicos de 1936, en Berlín, Alemania. Adolfo Hitler pretendía mostrar otra imagen de su gobierno, más abierto al mundo. Sin embargo, tuvo que ser testigo de cómo un joven de raza negra, Jessie Owens, arrasó con cuatro oros y fue el gran protagonista de aquellos Juegos, cuya finalidad era manifestar el progreso de la Alemania nazi.

Esto creó un enojo en Hitler, que hizo despertar la reflexión mundial sobre cómo el racismo en el deporte podía ser vencido.

Luego, en los Juegos Olímpicos de México 1968, los atletas Tommie Smith y John Carlos levantaron su puño mientras escuchaban el himno nacional norteamericano en el podio, esto en señal de protesta por el asesinato de Martin Luther King y la imperante discriminación racial en aquél país.

La imagen dio la vuelta al mundo y se convirtió hasta nuestros días, en una manifestación no violenta contra el racismo.

Otros sucesos políticos se han desarrollado en distintos eventos deportivos, desde aquel gol que Maradona marcaría contra Inglaterra en el Mundial de México 1986. Más allá de celebrar el triunfo para avanzar a semifinales, Maradona dijo haber “vengado a Argentina por las islas Malvinas”, que ocupaban los ingleses.

Pero no fue hasta el año 2016, cuando un jugador del equipo San Francisco 49rs, Colin Kaepernick se arrodilló mientras se entonaba el himno nacional, en señal de protesta contra el racismo en su país. Esto desató la ira de varios dueños de equipos, sobretodo del presidente Donald Trump. Desde entonces, Kaerpernick no volvió a jugar para ningún equipo, pues era un “apestado político”.

Pero el tiempo le dio la razón a Colin y quienes le seguían en sus manifestaciones no violentas.

Cuatro años después, los ojos del mundo deportivo se asombrarían de cómo la totalidad de los jugadores de la NBA se solidarizaban ante el terrible asesinato del ciudadano afroamericano Jacob Blake a manos de la policía. No solo en sus playeras, los basquetbolistas traían leyendas en contra del cruel racismo, sino que decidieron suspender la liga, una huelga que en plena pandemia, hizo meditar al mundo entero y en todos los encuentros profesionales, fuera el deporte que fuera. Se decidió tomar un minuto de silencio para pensar en los problemas sociales que siguen avergonzando a la raza humana.

El movimiento "Black lives matters" que apoyaron los deportistas ayudó en mucho, para que Trump perdiera en su búsqueda de reelegirse.

Un nuevo camino

En México, cada vez más, los deportistas van ocupando puestos políticos dentro de gobiernos locales, así como en el federal. También diputaciones, senadurías, alcaldías y hasta gubernaturas, como en el caso de Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos. Son hasta el momento más de 90 deportistas que se han involucrado en política entre 2003 y 2020.

Medirlos con una misma vara sería imposible, juzgar su labor es cuestión de cada uno de sus representados o gobernados.

Podríamos enumerar una lista enorme de aciertos y fracasos. Pero es un hecho que en la joven y evolutiva democracia mexicana la inclusión de los deportistas a la vida pública es una buena noticia.

Esto, mientras las causas justas sean una bandera genuina y sincera, dentro de sus conciencias. Mientras estén alejados de las intrigas de partidos políticos, del lenguaje “políticamente correcto” y sin caer en favores vergonzosos que los condenen a un pasado de deshonra.

Nuestro país sufre un deterioro social en todos los aspectos, esto debido a la violencia y la terrible condición económica que nos golpea con la pandemia del COVID-19. El narcotráfico es dueño de la voluntad de miles de niñas y niños, que los han empleado como trabajadores en la producción, venta e incluso como sicarios.

Las mujeres en este país siguen siendo un instrumento de maltrato y se estima que más de 80 de ellas son abusadas sexualmente y tres son asesinadas diariamente en el territorio nacional.

Y cómo estos problemas podríamos enlistar decenas. Cosas que suceden en los hogares mexicanos, muy alejados de los reflectores, los lujos o de la pleitesía con la que se han conducido nuestros políticos durante décadas.

El deportista que quiere incursionar en política deberá hacerlo con la mentalidad de reivindicar a ésta para que la sociedad encuentre en el deporte una alternativa más allá del entretenimiento.

Deben ser un contrapeso que no tenga otro compromiso sino con la gente que más sufre. Porque finalmente, si los votantes logran el triunfo de una figura deportiva es porque ven en ellos frescura, honor y esfuerzo.

Este año se vivirán las elecciones más grandes de la historia de México. Ahora, decenas de deportistas serán “fichados” por los partidos políticos para utilizar su imagen. Pero está en ellos y solo en su voluntad el ser parte de una verdadera transformación social, de un cambio del paradigma político, para dejar una huella no solo en las arenas deportivas, sino en sanar con su trabajo, al menos un poco el gran sufrimiento social, de un país que desprecia a sus políticos, pero increíblemente, sigue renovando su esperanza en un mejor mañana.

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