Futbol
Caleb Ordoñez Talavera
Columna de Caleb Ordoñez Caleb Ordoñez Talavera

Nadie nos enseñó a perder

CDMX

La vergüenza es uno de los peores sentimientos que cualquier ser humano puede vivir. Nos hunde internamente; es frustración combinada de anhelos perdidos, ver cómo se desvanece la ilusión de lograr algo, multiplicado pues estamos exhibidos, sentimos que los ojos que nos miran nos juzgan, nos desprecian.

Fuimos instruidos desde muy pequeños a ganar, a ser mejores que los demás, acumular premios y trofeos, sacar mejores calificaciones que otros; el sistema social al que todos pertenecemos no nos permite la derrota pues es sinónimo de fracaso y debilidad, entonces cuando esto nos ocurre nos sentimos inútiles, “buenos para nada”. Perder es un desprecio, algo de lo que queremos alejarnos completamente.

Celebramos constantemente las hazañas de los más grandes, los más capacitados, fuertes, triunfadores y galardonados. El triunfo es una añoranza constante en la mente de todos los seres humanos, pues finalmente nuestro cerebro es demasiado positivo. Comúnmente pensamos que mañana las cosas serán mejores, que tendremos más dinero o bajaremos de peso. Nos esforzamos para conseguir algo que nos haga lucir mejor que otros y es normal pensar que si tenemos un mejor puesto de trabajo, un mejor auto y vivimos en un mejor vecindario somos más triunfadores. Así nos han enseñado a vivir, no es totalmente nuestra culpa.

Un mal perdedor

El pasado 1 de mayo se enfrentaron los dos equipos de Primera División de la ciudad de Monterrey, Nuevo León. “Los Rayados” contra “Los Tigres”. Como todo amante del buen futbol sabe, estos equipos juegan un derbi apasionante, las dos aficiones tienen miles de integrantes y se desgarran apoyando a sus respectivos equipos, por supuesto que eso permea entre los jugadores, quienes se entregan al cien por ciento a los colores de sus playeras.

El encuentro fue vibrante y terminó con un empate, pero con un marcador global (pues fueron dos partidos) a favor de la escuadra de “Los Rayados”, la poca afición de Tigres veía desde las gradas como su acérrimo rival se llevaba el triunfo y por lo tanto la Liga de Campeones de Concacaf que disputaban. Los hinchas perdedores, daban un ejemplo de civilidad y respeto, quedándose en el estadio para ver cómo sus adversarios levantaban el trofeo. Sin embargo una imagen opacaba la gran fiesta regiomontana, el arquero de Tigres y la Selección Argentina Nahuel Guzmán se preparaba junto con sus compañeros para recibir la medalla de segundo lugar, cabizbajos y tristes esperaban la orden la producción del evento para desfilar hacia el recibimiento de las preseas. Un alegre y efusivo Miguel Layún, jugador de Rayados, pasaba por ahí para luego integrarse con los de su equipo, pero no sin antes saludar a un par de amigos, ese día rivales, incluso abrazándoles. La actitud de Nahuel fue sorprendente para muchos, reclamándole al contrario comenzó a gritarle y finalmente a “tirarle” un cabezazo, sin razón alguna, simplemente porque perdió y se había sentido humillado. No es la primera vez que el polémico portero hacía un show. Ha ofendido a entrenadores, se ha burlado de compañeros, rivales e incluso de la afición de otros equipos. Es un mal perdedor.

Aprender a perder, para poder ganar

Aprender a perder es una actitud que debemos enfrentar. Perder no ocurre solo en juegos, en el trabajo o en relaciones personales. Va mucho más de eso, la vida misma nos enseña que perder es inevitable, pues todos perderemos a un ser querido y para eso tampoco estamos preparados.

Para algunos, aprender a perder es irónico pues eso significa para ellos, tener una mentalidad fracasada. Sin embargo, es equivocado creer que solo se gana. Aprender a perder nos enseña que hay caminos difíciles que ya hemos transitado anteriormente, a dejar de tener miedo a lo que digan otros y finalmente a poder dar un consejo un día. Perder es maravilloso cuando entendemos que es el primer escalón para aprender a ganar. Nadie celebrará mejor llegar a una meta si no recuerda el camino que lo llevó a ello. El mejor aprendizaje, el más valioso lo encontraremos en los momentos más difíciles, porque nos retan a sacar lo mejor de nosotros mismos y a ser valientes.

Aprendamos a perder e incluso a disfrutar una derrota y cuando lo hayamos entendido, enseñemos a los más pequeños que la vida no se trata de tener más elogios, fama y dinero que otros, pues son triunfos frívolos. Así habrán menos adultos “Nahueles” y más gente feliz de conquistar sus sueños sin tener que levantar un trofeo todos los días.

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