Columna de José Luis Arce
Se olvidan de Ariel...
Editorial Mediotiempo
Hace casi veinte años tomé un curso para entrenadores Nivel “A”, que ofrecía la Dirección de Actividades Deportivas de la UNAM, mismo que duró más de ocho meses, y en el cual tuve la fortuna de encontrar a varios de los mejores maestros en diferentes áreas con los que contaba dicha Dirección. Personas como Nicolae Kovaci, Gabriel Cherebetiu, Arturo Heredia, Mario Velarde (qepd), y otros especialistas que, por aquellos días, trabajaban en la Universidad como entrenadores de distintos equipos representativos y brindaban sus conocimientos a los que, como yo, queríamos adentrarnos en el cómo y el porqué del entrenamiento deportivo.
De entre todos aquellos maestros, me llamó mucho la atención la sencillez y claridad de conceptos de un metodólogo argentino que, curiosamente, preparaba físicamente al equipo de “Guerreros Aztecas” de Fútbol Americano, y que por entonces no sabía ni le interesaba mayormente lo relacionado al Fútbol Soccer. Es más, muchas de sus críticas las hacía a la inconcebible falta de planeación que demostraba tener este deporte, en el cual, nos decía, lo que menos importa a los dirigentes es calendarizar las competencias de acuerdo a la real capacidad del deportista y conseguir que rinda mejor. Tenía y sigue teniendo razón.
La explicación de que un argentino no estuviese involucrado en el fútbol, se encontraba en el hecho de haberse dedicado toda su vida al atletismo y haber pasado gran parte de ella estudiando y trabajando en Suecia y Alemania Federal, convirtiéndose en un especialista que llegó a México contratado por el extinto INDE y que permanecía prácticamente desaprovechado y casi inadvertido, salvo por aquellos entrenadores y deportistas universitarios que tenían la fortuna de toparse con él.
Fue también por aquellos días en que mi querido Mario Velarde, a la sazón Director Técnico de los Pumas de la UNAM, lo conoció y lo invitó a colaborar con él en la preparación física del primer equipo, cosa a la que accedió no tanto por que le gustara el famoso soccer, sino por la posibilidad de aportar algo y de ganar algo más de lo poco que le pagaban en el Fútbol Americano.
Fue por el año 1985, si no mal recuerdo, cuando inició Ariel González su carrera dentro del fútbol profesional en México, pasando con Velarde y luego con Mejía Barón y Lapuente a colaborar en la Selección Nacional, logrando, en dos Mundiales y en varias Copas América y otras competencias de alto nivel, demostrar que el futbolista mexicano es físicamente capaz de competir, hasta con ventaja, con cualquier futbolista del mundo, sobre todo si se le entrena y explota adecuadamente su gran capacidad de resistencia a la velocidad.
Después traté y conocí mejor a Ariel cuando trabajé con el Dr. Rogelio Rey en la propia Dirección de Actividades Deportivas de la UNAM, y tuve incluso el privilegio de prologar uno de sus muchos libros, lo cual me permitió formarme una gran opinión de su persona y catalogarlo desde entonces como uno de los extranjeros que más habría de aportar al desarrollo de nuestro fútbol en los próximos años, sin aparentar tanto como lo hacen otros.
No sé si con el doble triunfo de la UNAM este año Ariel sea el preparador físico que más campeonatos haya conseguido dentro de nuestro fútbol (aunque ciertamente es el que más y mejores alumnos ha formado), pero estoy seguro de que Ariel es, sin duda, el que mejor ha entendido la real capacidad y posibilidades que tienen los jugadores mexicanos, sobre todo los jóvenes, de rendir como el que más, y el que menos crédito recibe de los medios, quizás por su sencillez y aversión a la publicidad, o quizás por la ignorancia de quienes presumen de conocer mucho de fútbol y prefieren platicar sólo de los “chicos guapos” de la película.
¡Felicidades, Pumas!