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Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

Diario Continental (Día 13)

Comenzar el día con un recorrido de tres horas de duración en autobús no es lo más recomendable para el estado de ánimo. A las siete en punto de la mañana, me preparé para asistir a la terminal. Mi salida rumbo a Piura estaba programada a las ocho horas, por lo que no tuve que luchar contra el tiempo ni contra las dificultades que se generan cuando el incesante paso del reloj se convierte en un enemigo. Arribé a la central camionera a las siete con cincuenta, dialogué brevemente con algunos colegas que  también se preparaban para abandonar Chiclayo y me integré a la fila correspondiente, la cual avanzó lentamente, como todo en la "Capital de la Amistad". Dieron las ocho con dos y permanecíamos estacionados en el poco agradable andén de Transportes Línea, una de las dos que ofrece el servicio de transporte a territorio piurano. Cinco minutos más tarde de lo estipulado, se inició la larga y aburrida travesía. Paisajes desolados y paupérrimos aparecieron por racimos; la pobreza en Perú existe y es palpable. La uniformidad de las panorámicas terminaron por cansarme e intenté conciliar el sueño, pero el esfuerzo fue en vano, pues la alegre música de los incas retumbó en los oídos de los pasajeros. Terminé dándome por vencido. Cerré los ojos para por lo menos tener cierto descanso y, de paso, olvidarme del entorno que me rodeaba. El tiempo marchó con su paso acostumbrado y el fastidio culminó, aunque el cansancio, combinado con un fuerte cuadro gripal originado por el imponente poder del viento chiclayano, se mantiene.

En esta ocasión, la tan comentada entrega de boletos para la prensa nacional e internacional estaba prevista para realizarse en el estadio Miguel Grau, pero la falta de seriedad en la organización volvió a hacerse presente; el proceso de siempre sería realizado en el Centro Piurano. Pese a que mi enojo fue inmediato, los resultados que obtuve fueron nulos. Salí molesto del complejo deportivo y fui directo al lugar indicado, donde tuve que aguardar  alrededor de sesenta minutos, tras los cuales, mi problema fue solucionado satisfactoriamente.

El destino siguiente fue Catacaos, sitio reconocido por la calidad de su artesanía y su tradición culinaria. Acompañado por Diego Silva, comentarista del canal 58, degusté un delicioso ceviche y una Inca Cola, la gaseosa por excelencia en suelo peruano. La atención me sorprendió; el personal de la picantería Doña Chayo se mantuvo alerta en todo momento y sirvió los platillos con una rapidez aparentemente prohibida para el resto. Al finalizar, caminamos alrededor de una plaza repleta de puestos con artículos característicos de la región y cultura piurana, entre los que se encontraban algunos alusivos a la Copa América.

A las diecisiete horas hice mi arribo al Miguel Grau. Las tribunas aún lucen vacías y el ambiente apenas comienza a calentarse. Ya mañana platicaremos sobre lo sucedido.

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