Futbol
Caleb Ordoñez Talavera
Columna de Caleb Ordoñez Caleb Ordoñez Talavera

Fracasé

Ciudad de México

Y es que a quienes nos apasionan los deportes y los consumimos todos los días, nos parece que cada atleta es como un gigante en la cancha, en la pista o en el cuadrilátero. Toda esa pasión que se imprime en cada partido o disciplina es admirable.

Desde muy chicos hemos aprendido a admirar las proezas y los triunfos de aquellos que hacen hitos, que se convierten en leyendas de nuestras ilusiones, que marcan la forma de querer mostrarnos ante la vida. Dentro de nosotros hacemos que existan leyendas que defendemos como si se tratase de un ser casi divino.

Sí, somos afortunados aquellos que se nos ha inflamado la llama de la heroicidad que nos inspiró una o un deportista.

La realidad es que más allá de las sonrisas, los trofeos y las satisfacciones del triunfo, las vidas de todos los que han logrado “algo” tienen un trasfondo tan real y humano como su propia naturaleza.

Cuando veo el rostro feliz de todos ellos por televisión me pregunto: ¿Qué habrán sufrido para llegar hasta ahí? ¿Cuántas veces habrían pensado en claudicar? ¿Cuántas veces tuvieron que enfrentarse ante el desánimo, la decepción, el desengaño, la frustración, la desilusión y el fiasco?

Finalmente, un gran triunfo tiene una gran historia de descalabro.

Muchos de los que apagamos la televisión luego de ver todo un fin de semana de grandes encuentros deportivos debemos regresar a nuestra propia realidad. A batallar con los temas más habituales. En ocasiones, lamentablemente, la experiencia de vivir resulta más a sobrevivir que a otra situación.

Somos la gran mayoría de personas quienes admiramos a otros; que nos inspiramos en otros, sin embargo luchamos diariamente por tener lo suficiente para seguir en una vida normal.

En lo personal, me apasiona escribir. Nunca tengo idea de quien me leerá, pero estoy seguro que las letras pueden llegar a ojos y mentes de personas que tienen un armamento impresionante dentro del búnker de su cráneo, llamado cerebro. Por eso pienso que escribir es una responsabilidad enorme, tiene que ver con no permitir que pierdan su tiempo; significa que puedes tener toda la atención, aunque sea por unos minutos, de alguien completamente capaz de cambiar y trastornar las cosas alrededor.

Creo firmemente que todos tenemos la capacidad de reinventar y reinventarnos diariamente.

POR ESO NECESITAMOS HABLAR DEL FRACASO

La palabra fracaso, proviene del vocablo italiano fracassare que significa “cuando te estrellas” o “cuando te rompes”. Fracaso es muy parecido a cuando un huevo deja su cascarón por causa de un golpe y se desparrama.

Más adelante, la Real Academia de la Lengua definió la palabra como una caída o ruina de algo con violencia. Por eso comúnmente asociamos el fracaso con dolor, frustración o sufrimiento.

El fracaso es una palabra que nos ha acompañado durante toda nuestra vida. Hay fracasos escolares, de pareja, deportivos, profesionales, matrimoniales, económicos, de adicciones, entre cientos de etcéteras más.

Comúnmente hablamos más de fracasos, que de triunfos, pues nos han enseñado, desde siempre, a tener miedo al fracaso y no a utilizar nuestros fracasos.

Decía el más grande jugador de basquetbol de la historia, Michael Jordan: "Para aprender a triunfar, primero debes aprender a fracasar".

¿Aprender a fracasar? ¿Te has dado cuenta que la gente “exitosa” siempre habla de fracaso, mientras que los que están viviendo tiempos de crisis prefieren guardar silencio?

Esto puede ser porque muchos de los que vemos triunfar han sufrido una evolución o un proceso donde el fracaso ha sido vencido y como al final de cuentas el fracaso es el temor, entonces lo que verdaderamente ha sido vencido es el miedo.

Quizá lo ignores, pero el cerebro no te quiere. De hecho, el cerebro trabaja tanto para ti, que busca apagarse en algún momento. Somos infinitamente autodestructivos. Nuestros pensamientos, la mayoría del tiempo son oscuros y negativos. Lamentablemente alimentamos esos pensamientos y nos enojamos con nosotros mismos a tal grado de repetirnos internamente “eres un idiota”, cada vez que fallamos en algo o no logramos nuestro cometido. En serio, el plan de nuestro cerebro es arruinarnos.

He escuchado a mucha gente decir: “es que nadie cree en mí”, “si tan solo tuviera otro trabajo o más dinero”, “si viviera en otra ciudad o en otro país sería más feliz”, o peor aún: “los demás son los causantes de mis problemas”. ¿Te suena familiar?

La realidad es que no necesitamos que alguien más crea en nosotros o nos admire, si internamente nunca hemos creído sinceramente que somos capaces de triunfar. La razón ya la conocemos, tiene que ver con el pinche cerebro. Sin embargo, también creo que hay momentos que vivimos diariamente, en inglés les llaman las “awaking calls”, son pequeños momentos de activación mental; de pensamientos altanamente positivos que se entrometen con los malos, pero que son acallados por los sentimientos de rechazo y temor. Entonces cuando pensamos “quiero lograr tal cosa” otro pensamiento más fuerte responde “ya lo intentaste güey, acuérdate y no lo lograste”.

SE TRATA DE TI

Quizá haz llegado hasta aquí, para tener esa llamada, quizá y solo quizá todo este texto se trate para recordarte que es tiempo de creer en ti. Si no crees que puedes, nadie más lo hará.

No se trata de motivación, se trata de violencia. De comprendernos por dentro, de reconocer que somos humanos, que tenemos las más grandes limitaciones. Pero también que tenemos una capacidad infinita de reivindicarnos y reinventarnos.

No te conozco, pero confío en ti. Por la sencilla razón de que las más grandes historias de triunfos se han forjado a partir de alguien que decidió utilizar su ruina y convertirla en lo que llaman “éxito”.

Al cerebro se le debe enfrentar a punta de decisiones. Ponte de acuerdo contigo mismo, con tu pasado, con tus errores, fallas y heridas. Decide enfrentar tus miedos y vencerlos. En lo más sincero e íntimo de tus pensamientos. Y cuando hayas decidido darte una nueva oportunidad de retomar tus sueños, mírate al espejo y dilo: “¡Fracasé!” entonces sonríe, porque lo has entendido todo.

La próxima ocasión, me tocará leerte a ti.

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