Giovani y Vela, pésimos ejemplos

Hace poco más de 10 años los veíamos como las joyas que el futbol mexicano había esperado desde siempre. Nos deslumbraba el descaro con el que salían a jugar y la mentalidad ganadora que habían desarrollado a temprana edad.

Una década más tarde se han convertido en pésimos ejemplos. Hablo de Giovani dos Santos y Carlos Vela. Personalmente los veo como dos futbolistas con grandísimas condiciones que simplemente no han querido ser estrellas internacionales.

La más reciente negativa de Giovani para formar parte del Tri que participará en la Copa América Centenario me confirma que este talentoso jugador está perdido. El chavo cobra muy bien en el Galaxy de Los Ángeles, y qué bueno por él, pero creo que ya se le terminó el hambre por estar en el grupo élite de futbolistas a nivel mundial.

Por eso ya no le mueve ir a un torneo tan importante como lo es la Copa América Centenario, esa la que sí van jugadores como Messi, Luis Suárez, Cavani, James Rodríguez, Guillermo Cuadrado, Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Dani Alves, Philippe Coutinho, entre otros a quienes les importa el prestigio personal y el defender con orgullo la camiseta de su Selección.

El mismo técnico del Tri, Juan Carlos Osorio, admitió públicamente que no alcanza a entender los motivos de Giovani para no ir con el equipo nacional a esta competencia continental. Ojalá que no vuelva a considerarlo en lo que resta del proceso para el Mundial de Rusia 2018. No lo merece.

Otro caso es el de Carlos Vela, ese crack que definitivamente no quiere ser de los mejores jugadores del mundo, al que le gusta la fiesta, le encanta el basquetbol y le da hueva el futbol.

Por supuesto que por lo hecho en esta temporada con la Real Sociedad no ameritaba ser convocado al Tricolor para la Copa América Centenario. Osorio habló con él y coincidieron en que no está en nivel para Selección. Tampoco le aflige demasiado, no se muere por defender la camiseta verde, y además así tendrá un periodo amplio de vacaciones. Es una lástima, una verdadera joya que se desperdicia por decisión propia.