Futbol
Editorial Mediotiempo
Columna de Mauricio Cabrera Editorial Mediotiempo

Comienzo promisorio

El triunfo obtenido por el Cruz Azul en la jornada inaugural del Clausura 2005 no sólo le resultó útil para sumar tres unidades, sino también para fincar las bases de una posible resurrección, aunque el cumplimiento de dicho objetivo requerirá una mayor presencia de argumentos futbolísticos. Lo visto la tarde del sábado en el estadio de la Ciudad de los Deportes  evidenció la comunión existente entre los aficionados cementeros y su equipo, que promete recuperar una porción del prestigio perdido en torneos recientes. El encanto propio de las victorias acostumbra significarse como un elemento seductor imposible de rechazar, no obstante, dejarse llevar por la fascinación experimentada al finalizar la contienda frente al Puebla podría significarse como la primera gran equivocación del cuadro de la Noria en el certamen que discurre. Es cierto, la actitud mostrada por los jugadores dentro del rectángulo verde es digna de elogio, pero simplemente debe considerarse como la puesta en marcha de unos motores que deberán trabajar a mil por hora para entonces sí poder afirmar que la Máquina está cerca de alcanzar la estación deseada.

Dejando de lado la atmósfera emotiva y hasta cierto punto mágica que se está viviendo en el mundo cruzazulino, debe señalarse que sobre el terreno de juego, ese que no permite mentir,  aún se perciben errores notables y carencias significativas, especialmente en el sector defensivo, donde Lussenhoff se empeña en derrumbar su imagen, y en la zona de creatividad, que lució desamparada durante la mayor parte del enfrentamiento ante los camoteros. Hasta antes de la anotación de Miguel Zepeda, el partido se efectuaba de acuerdo a la conveniencia de los de la Angelópolis, que se limitaban a esperar pacientemente en la retaguardia y a consumir el tiempo restante. Sin embargo, el gol del empate cambió completamente el rumbo del cotejo, y fue a partir de ese momento cuando los ingredientes se combinaron y abrieron las puertas de la tarde azul, tan añorada por una parcialidad hambrienta de alegrías y sedienta de gloria.  El agradable desenlace del capítulo escrito hace unos cuantos días opaca el valor de la trama mas no la invalida, es decir, que tendrá que ser considerada por el cuerpo técnico cementero al instante de realizar el análisis de lo acontecido.

Dentro de la amenaza de renacimiento que ha comenzado a generarse en torno a la escuadra comandada por Rubén Omar Romano, la presencia de Francisco “Kikín” Fonseca juega un papel fundamental, tanto por su desempeño sobre el césped como por el manejo de su imagen, que lo ha transformado en uno de los futbolistas mexicanos más atractivos en materia publicitaria. Lejos de verse perjudicado por abandonar la institución con la que construyó las mejores obras de su carrera profesional, Fonseca fue rápidamente adoptado por quienes comulgan con sus nuevos colores, ganándose el aprecio de la fanáticos incluso antes de tocar su primera pelota como privilegiado integrante del Cruz Azul. El “Kikín”, al igual que la totalidad de la plantilla, está obligado a entender que el incipiente romance con la tribuna se puede romper con un par de malas actuaciones, pues en el futbol las sonrisas del ayer no garantizan el júbilo de mañana. 

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